miércoles, 29 de octubre de 2014

Felicidades, mi príncipe

Hoy me he sentido muy culpable, por muchas cosas, Hugo. Ojalá hubiera sido una madre mejor para recibirte, para darte la bienvenida que tú te merecías. Ojalá hubiera estado más informada y menos dispuesta a poner nuestro momento en manos de "los que saben". 

Que nunca te dobleguen, cariño. Que nunca te quiten lo que te pertenece, lo que sientes como tuyo. Tus decisiones las tomas tú.

Me siento culpable porque el día del primer cumpleaños de tu hermana lloré de emoción recordando aquel día. Su intensidad. Su potencia. Su magia. Y sin embargo el día de tu cumpleaños mi mente rehuye los recuerdos del día en que naciste. Intento forzarme a pensar en ello, y no me sale. Y me siento culpable por no poder sentir hacia ese día lo mismo que siento hacia el día que nació Aine. Me siento culpable, porque es culpa mía. Ojalá... Ojalá... 

Ojalá pudiera decirte otra cosa. Recuerdo nítidamente el primer momento que te vi. Naciste, te llevaron, te pesaron, te midieron, te envolvieron mientras llorabas y una ginecóloga tiraba de mi placenta. Te trajeron ya envuelto en una manta y te pusieron sobre mí, con los ojos impregnados de una pomada amarilla que ni sabía para qué era. Me miraste, Hugo. Giraste tu cabecita hacia arriba con los ojos bien abiertos y miraste dentro de los míos. ¡Que locura! ¡Que inmensa alegría! Ya te tenía conmigo. Por fin podía abrazarte, olerte, besarte... Papá te cogió un poquito porque una enfermera le preguntó si es que no se atrevía. Mientras tanto, me daban puntos. Te llevaron. Me pasaron del potro a la camilla, y en camilla a la habitación de dilatación. Y me lo hicieron todo ellos porque mis piernas estaban dormidas por la anestesia que yo tantas veces había dicho que no quería ("Pero niña, cómo no te la vas a poner, con lo que esto duele, para qué vas a sufrir para nada"). A la media hora de nacer te trajeron conmigo, te di el pecho un ratito, y te volvieron a llevar. "En 2 horas te llevamos a tu habitación y ya te damos al bebé". Pasaron más de 4 horas. Yo no tenía agua, ni comida, ni reloj que mirar, ni reloj interno casi, pero algo me decía que estaba pasando demasiado tiempo, y cuando preguntaba me respondían con amabilidad al principio... Pero después de la tercera vez las respuestas eran cortas y desganadas, casi casi hostiles.

La primera noche dormimos juntos en la cama del hospital, y me encontré por la mañana dando explicaciones y pidiéndole disculpas a la enfermera por haberte metido en la cama contigo. Mira que era idiota...






Cuántas cosas cambiaría. Y cuántas más haré que querré poder cambiar...

Ya ves qué regalo te hago, hijo, por tu cuarto cumpleaños. Mis lamentaciones. Y te pido tu perdón. Perdóname por no haber sabido hacerlo mejor. Tú eres mi gran maestro, y siento que haya tenido que ser así. Lo arrastraré toda la vida, pero me faltará tiempo en una vida entera para darte todos los abrazos que compensen aquel momento. 

Te quiero, mi príncipe.





lunes, 13 de octubre de 2014

Querida Yo de hace un año (exactamente un año).

Querida Yo de hace un año, si pudiera decirte algo…

Te podría decir que esta noche, cuando acompañes a Hugo a dormirse, disfrutéis mucho de la teta. Que lo mires, lo beses y lo abraces mucho. Sé que lo haces cada noche, pero esta será diferente, porque será la última noche que en la cama seáis tres.

Te podría decir que cuando en mitad de la noche te despiertes sintiendo presión en la pelvis y te vuelvas a dormir sonriendo, pensando que en unas horas estarás de parto, tendrás razón.

Podría decirte que dejes de preocuparte por la tensión, que te rías sin miedo y con ganas cuando vayas a la matrona a revisarla, porque en unas horas te dará igual y sabrás a ciencia cierta que estaba muy alta por un buen motivo.

Te podría decir, sin ninguna duda, que te olvides del dichoso tapón mucoso, ¡porque no va a salir! ¿A que eso no te lo esperabas?

Podría decirte que sí, que las matronas llegarán a casa a tiempo. Que sí, que todo sucederá en casa, y será absolutamente maravilloso.

Que tenías razón todo el tiempo: será una niña, será nuestra pequeña Aine.

Te podría decir (quizá debiera) que no te asustes: será rápido, muy rápido. Tan rápido que casi ni te darás cuenta de que ya estás de parto y mucho antes de lo que esperas tendrás a tu bebé en brazos. Tanto, que cuando creas que aún estás borrando el cuello, cuando incluso las matronas crean que estás a media dilatación, de repente, nacerá. Así que mantén la calma y no dejes de disfrutar, porque será rápido, pero precioso.

¡Sí! También podría decirte que disfrutes mucho, mucho cada contracción. Pero eso no hace falta que te lo diga, porque lo vas a hacer… Bailarás, como las elefantas.

Podría decirte que tienes una intuición que roza lo infalible, y contarte que parirás en ese rinconcito del sofá donde te has imaginado, justo en la postura que has imaginado, pero sin planearlo. Tu cuerpo, vuestro cuerpo aún, lo buscará. Y podría contarte que  Aine nacerá con la bolsita entera, como tú has imaginado tantas veces. Que su primera visión del mundo será a través del agua que fue su cuna. Que no tienes que preocuparte por cómo romper la bolsa, porque ella misma la romperá con su preciosa cabecita. (¡Ah! ¿El tapón mucoso? ¡Con que ahí estaba! Pegadito a la bolsa…)

También te podría decir que imprimirás la placenta en una preciosa hoja que ahora cuelga, enmarcada, en el salón. Que tu bebé tiene un diente y ya da sus primeros pasos. Que la placenta sigue en el congelador.

Te podría decir que tienes por delante un año… Intenso. Muy intenso. En el que aprenderás mucho sobre el trabajo, la familia, la maternidad y, sobre todo, sobre ti misma.

Podría decirte que te despidas de la mujer que te mira desde el espejo (de verdad, despídete), porque a partir de esta noche no la verás más. Y puedes creerme: la mujer que estará en ese espejo a partir de mañana te va a encantar, porque es increíble lo que es capaz de hacer.

Te podría decir que empiezo a escribirte mientras tu bebé duerme, tras de mí, sobre el mismo sofá donde nació, y que termino de hacerlo con ella entre mis brazos. Te podría decir que todo va a salir bien.

Querida Yo de hace un año, si pudiera decirte algo… No te diría nada. Porque la vida puede ser maravillosa, pura magia, si somos capaces de dejar que nos sorprenda.

Felicidades, antigua yo. Te espero aquí, en un año. 








lunes, 15 de septiembre de 2014

Mis Pelitos Rizados


Los conocí allá por el año 93 o 94. Aparecieron misteriosamente poco antes de tener mi primera regla. Fue una relación tímida, al principio. Os confieso que los miraba casi a escondidas, con curiosidad y vergüenza a partes iguales. Ellos parecían bastante indiferentes. Siempre he creído que, en realidad, se hacían los interesantes.

Con el tiempo nos acostumbramos a vernos cada día y fuimos cogiendo confianza. No solo eso, sino que llegué a cogerles auténtico cariño. Casi admiración. Ya no solo por lo que ellos eran, sino por lo que era yo cuando me veía con ellos. Su presencia era un recordatorio de que yo ya era una mujer, grande, fuerte, poderosa y peluda. Iba por la calle y sentía que la gente me miraba porque intuían mi secreto: "He ahí a una mujer hecha y derecha. ¡Que porte! ¡Que fuerza! Seguro que ya tiene pelitos rizados."

Pero poco a poco, lo confieso, el entorno pudo conmigo y acabó por cargarse nuestra relación. Cuando una es joven y cree saberlo todo es cuando es más fácilmente influenciable. Empezaron a llegarme mensajes del tipo "no te convienen", "estabas mejor sin ellos", "solo te traerán problemas", "por su culpa acabarás sola"... Tardé mucho tiempo en decidirme pero, al final, con unos 18 tiernos años, cedí a la presión. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero un día me senté frente al espejo de mi habitación y lo hice: "Pelitos rizados, esto no es por vosotros, es por mí." Y corté por lo sano.

Se abrió ante mí una nueva perspectiva de mí misma. No sabía si aquella era realmente yo, pero en todo caso era quienes los demás (especialmente mi novio) esperaban que fuera, y me gustaba saber que sería social y sexualmente aceptada. Así que me gustó la nueva yo, grande, fuerte, poderosa y pelada. Iba por la calle y sentía que la gente me miraba porque intuían mi secreto: "He ahí a una mujer hecha y derecha. ¡Que porte! ¡Que fuerza! Seguro que ya no tiene pelitos rizados."

No he sido capaz, desde entonces, de quitármelos de encima definitivamente. A veces simplemente los despido con cuchilla y un "hasta la semana que viene" y otras he tirado de cera y he cortado por la raíz, sabiendo que en un mes volverían. Siempre vuelven... Pero nunca me he sentido, en realidad, preparada para un adiós definitivo. Me gusta quien soy sin ellos, pero si no volviera a verlos nunca más sentiría que me falta una parte importante de mí. He tenido algún desliz, lo reconozco, en el que he disfrutado de un escarceo nostálgico con ellos y he fantaseado con cómo sería mi vida si nunca los hubiera dejado marchar. La imagino más despreocupada, más tranquila. 

Y a estas alturas de mi vida... En fin, ya paso de los 30, soy madre de dos hijos, tengo un marido maravilloso que me quiere como soy... Pero, en el fondo, me siguen haciendo sentir como lo hacían cuando los conocí, y no dejo de preguntarme si aún estoy a tiempo de volver atrás y dejar que formen parte de mi vida. Al fin y al cabo, no pueden vivir sin mí, y yo tampoco sin ellos.





jueves, 22 de mayo de 2014

Que no nos callen ¡NUNCA!

Reclamé por un abuso y el hospital me dio la razón. Expedientan a la tocóloga.



Escribo esto entre la emoción de quien siente que ha dado un gran paso y la incertidumbre de no saber por dónde empezar, así que voy a empezar por el principio y de manera clara:

El pasado mes de septiembre sufrí un abuso. Se vulneraron mis derechos como ser humano, mujer, embarazada y paciente.

Estaba en mi embarazo, mi segundo embarazo, y estaba decidida a llevarlo de un modo mucho más consciente y participativo que el primero. De forma que, de manera autónoma, localicé a través de fuentes fiables, como la OMS, la FAME y EPEN, información acerca de todas las prácticas que suelen hacerse en los hospitales, como son las exploraciones, el test de O'Sullivan (la prueba del azúcar) o el estreptococo, por ejemplo, y que se practican muchas veces bajo un imperativo cordial y rutinario y no ofreciéndolas como una opción, haciendo que en ocasiones olvidemos que TODO cuanto concierne a estos protocolos es SIEMPRE OPCIONAL

Una de las cosas que tuve claras desde el minuto cero, era que no querría exploraciones físicas, tactos, durante todo el embarazo y, si no eran estrictamente necesarias, tampoco las querría durante el parto. Lo comuniqué ya en la primera cita de control, en la que, tras completar mi historia, la tocóloga me dio una instrucción rutinaria: 
Pasa para dentro y desnúdate de cintura para abajo, que vamos a hacerte la exploración.” 
Ante mi negativa se mostró sorprendida, quizás un poco “guasona” al preguntarme “por quién están desaconsejadas las exploraciones durante el embarazo” (como si me lo hubiera recomendado alguna mística curandera que, aunque no, daría igual si así hubiera sido), pero desde luego respetó mi decisión.

En mi ciudad existen dos hospitales: uno de ellos es el hospital de Jove, donde no tienen ginecología de urgencias y es por ello que a las embarazadas que nos toca por zona ese hospital nos hacen el seguimiento hasta la semana 36 y después trasladan nuestro expediente al otro hospital, el de Cabueñes. La visita de la semana 36, el 17 de septiembre de 2013, sería mi última visita a esa consulta de tocología. 





Yo ya sabía que a esa visita correspondía la prueba del estreptococo y, al igual que en todas las demás pruebas, me informé sobre ello y decidí que sí quería conocer el resultado para, en caso de ser positiva, decidir también sobre la administración de antibiótico durante el parto. En la consulta, la tocóloga me indicó que, “en teoría”, me tocaba la prueba del estreptococo. Imagino que su particular indicación fue así porque recordaba de las consultas anteriores que yo no quería que se me practicaran exploraciones aunque, evidentemente, coger una muestra de la boca de la vagina y el ano es muy distinto a hacer una exploración. De todas formas,yo sí quería hacerme esa prueba y, mientras mi hijo mayor, de 3 años de edad, jugaba con un lápiz sentado en una silla de la consulta, yo me desvestí y me coloqué en posición de litotomía en el potro. La enfermera estaba a mi izquierda. La tocóloga vino con los dos bastones de muestras, las recogió, las guardó y, acto seguido, introdujo sus dedos en mi vagina. Me incorporé cuanto pude de un salto en el potro, al grito –y digo grito- de “¡Eh, eh! ¡Exploración no! ¡Exploración no!”, cuya respuesta por parte de la doctora fue penetrar más hondo con los dedos, reírse y contestarme: 
“Pero no te preocupes, mujer, si esto es un momento. Ya verás que rápido”. Retiró los dedos y dijo “¿Lo ves? Ya estás explorada. ¿A que no ha sido para tanto? No tienes el cuello del útero modificado.”. Dato, por cierto, que no necesitaba saber en absoluto. Sonriéndome, se dio el lujo de añadir: “Y tranquila, mujer, que no te “revolví” nada”. Aquí me permito anotar que “revolver” es el nombre que en Asturias se le da de manera ‘coloquial’ a la maniobra de Hamilton.


Mi reacción fue mirar a mi hijo, que esperaba sentado con su lápiz, mirar a la enfermera, en cuya expresión facial me pareció apreciar que se daba cuenta de la gravedad de la situación, y guardar silencio hasta llegar al coche, donde rompí a llorar.

Me sentí violada, física y moralmente. Me sentí, francamente, el mayor pedazo de mierda que pisaba la tierra.






Imagino que no hace falta que os cuente: fuera de este círculo de maternidad consciente, los comentarios al contarlo variaban de "estás exagerando" y "solo estaba haciendo su trabajo" a "cómo va a ser un abuso, si es una mujer". Aunque, todo he de decirlo, la mayor parte de las reacciones fueron de apoyo.

Llena de rabia, me armé de documentación que avalara, ley en mano, mi sentir, como la Ley de Autonomía del Paciente, la Ley General de Sanidad, el Código Penal, la Estrategia Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, la Iniciativa al Parto Normal y alguna cosa que seguro que me dejo. Pero, por algún motivo, no era capaz de ponerme frente al ordenador a escribir la reclamación. Así que quise concederme un final de embarazo tranquilo y así poder tener mi parto soñado, en casita, lejos de batas blancas y dedos intrusos

Fueron pasando los meses y siempre pensaba: "lo haré la semana que viene". Pero nunca me sentaba a escribir la reclamación. En abril tuve mucho, muchísimo trabajo, y quizá porque tenía la mente tan distraída con todo, porque entré en un frenesí de "lo voy a quitar todo de en medio cuanto antes", de repente y sin haberlo planeado me senté a escribir la reclamación. Y entonces entendí por qué no la había escrito antes: porque me dolía recordar. Lloré y temblé mientras la escribía. Pero la escribí.

Por recomendación de un amigo enfermero, la dirigí tanto al Hospital como a la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Asturias. Entregué las cartas personalmente en ambas sedes, llevándome conmigo sendas copias selladas. Esto fue hace justo un mes: escribí la reclamación un sábado 19, y las entregué el lunes 21 por la mañana.

Ayer, recibí la primera contestación: la del Hospital de Jove. Pensaba que sacarían las uñas, que lo negarían todo, que me llamarían loca... Y no. Me comunican lo siguiente:

"(...) Entendemos que no existe una disculpa clara (de la tocóloga) por no haber respetado su deseo de que no se le realizaran exploraciones físicas durante su embarazo, deseo del que hay constancia escrita en su historia clínica, y que representa una circunstancia muy grave, lo que nos obliga a abrir expediente disciplinario contra la Dra. XXXX.

(...) En este caso con respecto a usted, el daño está hecho y por ello queremos transmitirle nuestras más sinceras disculpas y compartir la razón que le atribuyen todos sus argumentos. No podemos hacer otra cosa. Lamentamos profundamente lo sucedido."



No puedo hacer menos que agradecer al Hospital su actuación y respuesta. Porque el cambio que buscamos está en todos, y es imposible logralo sin pelearlo juntos: profesionales y usuarios.

Victoria, chicas. Victoria. Son nuestros derechos, es nuestro cuerpo. No podemos consentir que el abuso esté normalizado. No podemos consentir que nos digan que en nuestro cuerpo decide otro. 

Merece la pena. Reclamad. No os calléis, por favor. Que no nos callen ¡NUNCA!

lunes, 24 de marzo de 2014

La difícil decisión: llevar la cuna a su habitación.


Mi hija pequeña ya ha cumplido cinco meses y aún no ha dormido nunca en su cuna. Se empeña en dormir pegadita a mí. Tengo que confesarlo: también es culpa mía. Me encanta abrazar su cuerpecito por la noche y respirar su olor a pequeño bulto humano.

Esto no puede seguir así: hemos llegado a un punto en el que esto se ha convertido en un caos y nuestro rincón de dormir es un adalid del desorden. De modo que he tomado una decisión drástica: he llevado la cuna del bebé a su propia habitación, que ya es hora.


Mirad cómo ha quedado:







Verdad que está bonita? :) En internet hay multitud de páginas con ideas para reutilizar los muebles de ikea, como Cooking Ideas

Ahora ya no tenemos un trasto acumula-ropa al lado de nuestra cama, Hugo tiene una mesa solo para el y su creatividad y volvemos a tener sitio para las mesitas!!





Y esa cama con sábanas de Rayo McQueen? Pues de nuestro peque de 3 añitos , que también duerme con nosotros. ¿O qué pensabais?


Mucho mejor así, dónde va a parar...





lunes, 3 de marzo de 2014

Lo que nace y lo que NO SE HACE.



Hay una pequeña vena en mí a la que le encanta saber cuáles de mis escritos gustan más, cuáles se comparten, cuáles han tocado a alguien. Y de vez en cuando, confieso, muy de vez en cuando, googleo algo escrito por mí, a ver por dónde me aparece.


Ayer, busqué "nacemos para reír, para reír hasta que duela". Un pedacito de la carta que le escribí a mi hija Aine (penúltimo párrafo, concretamente) contándole nuestro parto, que tenéis en este mismo blog arriba, en la pestaña titulada "Nuestro parto en casa". -Es, por cierto, una de las cosas más viscerales y sinceras que he escrito jamás.- Y me salió esto:






Este pantallazo, por cierto, podéis fijaros en la fecha y hora abajo a la derecha: acabo de hacerlo, porque Google aún no ha actualizado el caché y, por tanto, no sale lo que está hoy: sale lo que estaba ayer :)

Entro a ver, ilusionada, porque a una siempre le ilusiona que alguien se identifique y comparta lo que una ha escrito, y especialmente si es otra "profesional" quien lo comparte. Sorpresa tremenda y horchata en las venas cuando veo que, lejos de ser un compartido, es un apropiado. Vamos, que han cogido eso tan íntimo que le escribí a mi hija, lo han entrecomillado y han añadido su firma, como si fuera suyo. No solo eso, sino que, por demás, en el blog lo ponen a modo de carta de presentación, bajo el título "Mi manera de entender el mundo". Y aquí os dejo las capturas de pantalla que hice en el momento, tanto en el blog (lo veis a la derecha)




Como en el facebook:




Sabéis, los que seguís Háblame Bajito desde hace tiempo, que no suelo cabrearme por estas cosas. Con el "Respira" quedé harta de verlo por todas partes y no pasa nada: se ve, gusta, se comparte. No hay problema. El problema es cuando con alevosía e intencionalidad otra persona le pone su firma. Eso ya es más feo. Y más aún cuando es algo tan íntimo como la carta que le has escrito a tu propia hija, tu declaración de vida hacia ella.

Lo comparto en privado y trato de calmarme. Horas más tarde, haciendo un auténtico ejercicio de contención, creedme, le escribo un mensaje a su página de facebook a Nace una doula pidiéndole, muy educadamente, que retire ese texto que ella firma, de su página, de su blog, y de cualquier parte donde lo haya podido poner. Y, además, le digo que no estaría mal una disculpa, pero que puede retirarlo con discreción. Ahí podría haberse zanjado todo, y quienes me conocen saben que no me gustan los jaleos. Pero no, Sol Muñoz decidió responderme que no sabe de qué le hablo, ponerse defensiva, ofensiva y bravucona. Al tiempo que hace eso, modifica el texto en ambos lugares, incluyendo cosas nuevas sobre bebés "concedidos y concebidos", remitiendo a Olga Carmona, como si fuera suyo todo lo expuesto, pero sin quitar lo que yo le he pedido, solo modificándolo. 





Modificación que, concretamente en facebook, se puede ver con solo darle a la pestaña de "Editado", y sale cómo estaba antes y la fecha y hora en la que se modificó. También os lo dejo aquí para que lo veáis:




Y, ya de paso, va borrando todos los comentarios que mis amistades le han ido poniendo en la foto. Ahora mismo el único comentario es suyo, podéis verlo aquí (hasta que lo borre, claro). Remata diciéndome que tome las medidas que me de la gana.

Pues bien, aquí os cuento lo sucedido después, objetivamente, para que vosotros saquéis vuestra propia conclusión:

La medida primera que tomo es denunciar su foto ante facebook por vulnerar mis derechos de autor (desde el Respira tengo por costumbre registrar todo lo que creo que es bueno). Acto seguido, empiezan a llegarme notificaciones de denuncias de fotos de lactancia de mi perfil personal (algunas que tenía con visibilidad pública).




De modo que, para curarme en salud, directamente bloqueo su perfil personal. Y entonces me empiezan a denunciar las fotos de la página de facebook de Háblame Bajito. Y esta mañana me encuentro con esta maravilla al abrir:





Tengo mi perfil bloqueado 30 días. Por suerte, tengo otro perfil desde el que poder seguir trabajando, y en la página de HB somos varios administradores.

¿Ya tenéis alguna conclusión?


Ahora sí, os cuento lo que yo opino:

  • Opino que si te ofrecen la posibilidad de decir "Ostras, metí la pata", y resolver una tontería de manera discreta, eres idiota si no lo aprovechas. Máxime si sabes que lo has hecho mal. Se podría haber quedado ahí, pero no: es mejor sacar la soberbia a pasear y montar el chocho.
  • Opino que es feo, feísimo, horrible jugar con el pan de otra persona. Cuando gran parte del trabajo de alguien se encuentra en Facebook y arremetes contra su página, puede darse que tenga que estar UN MES sin poder entrar a trabajar, y son 30 días de castigo para el pan de sus hijos.
  • Opino que es ruin y rastrero cometer uno de los que, para mí, es uno de los errores más graves que se pueden dar en esta (y en cualquier) profesión, y pretender irse de rositas, arremetiendo como un miura contra todo, bloqueando y borrando a un montón de personas porque no te gusta lo que te tienen que decir. Lo que tiene tener las orejas altas es que a veces oyes cosas que no quieres oir. Haberlas agachado a tiempo.
  • Opino que es horrible que no seas capaz de reconocer que lo has hecho mal. ¿Así es como trabajas habitualmente?
  • Opino que es triste, superlativamente triste, que todo esto venga de una persona que se hace llamar doula, cuya labor, teóricamente, consiste en respetar, empatizar, comprender los sentimientos de las mujeres en general y de las madres en particular. Será que respeta todas menos las que no conoce, porque respeto precisamente no tuvo al robarme un pedazo DE MIS SENTIMIENTOS HACIA MI HIJA.
  • Opino, pues, que definitivamente la doula no se hace, LA DOULA NACE. No puedes ser una buena doula, ni básicamente una buena persona, si esta es tu carta de presentación: extraer el texto de otra mujer para describir "tu manera de entender la vida". ¿De verdad te haces llamar doula?
  • Y opino, desde luego, que esto, amiga "doula"... ESTO NO SE HACE.











viernes, 27 de diciembre de 2013

Mi amo y señor...



Señor Mío. Dos puntos.

Con esto de internet y la difusión que proporcionan las redes sociales, parece que cualquier hijo de vecino puede opinar como si aquí todos fuéramos de pronto expertos en política, como lo es usted. Como si aquello de decidir sobre los derechos de la ciudadanía les competiera a la ciudadanía.  Como si aquello de que los ciudadanos estén contentos tenga algo que ver con la buena política, ¿verdad?

Seguro que piensa que esas voces que se oyen por las redes sociales son como el coro de los grillos que cantan a la luna, que diría Machado. Porque, claro, son los haraganes, los desempleados, los que se aburren: esos son los que tienen tiempo para meterse en internet y protestar. Será que no tienen nada mejor que hacer. No representan a nadie. Si me apura no se representan ni a sí mismos, porque no tienen ni idea de lo que hablan, ¿no? Vamos a hacer caso de los que no dicen nada, que son la mayoría y, como no dicen nada (o al menos no les oímos) entendemos que no tienen nada que decir y todos contentos. Ah. Que no. Que no estamos contentos todos… ¿Pues sabe usted qué? Que yo sí que tengo algo mejor que hacer: podría estar jugando con mi hijo de tres años y el tren que Papá Noel le dejó bajo el árbol. Podría estar haciéndole carantoñas a mi bebé y muriéndome de amor al verla reír. Podría estar abrazadita a ambos en el sofá viendo la tele o leyendo un libro tranquilamente y morir de felicidad. Pero estoy aquí, escribiendo, porque esta rabia, esta impotencia, este sinsentido lleva carcomiéndome días. Así que yo también le voy a dar mi opinión, aunque usted haga con ella lo que acostumbra y la use para limpiarse su ilustre culo. Con un poco de suerte, a lo mejor a base de pulirlo se lo acaba pelando.

Usted es padre. Seguro que entiende lo que le voy a decir: amo a mis hijos. Han nacido porque merecen vivir. Porque yo he querido que vivan. Porque yo he ansiado abrazarlos y sostenerlos en mi pecho. Porque he sido madre de cada uno desde que sospeché el embarazo, mucho antes de que ningún test me lo dijera. Sólo puedo imaginarme intentando con todas mis fuerzas hacerlos felices mientras tenga aliento. Es mi deber proteger su vida y asegurarme de que puedan vivirla con dignidad y plenitud. Es mi deber y fue mi promesa desde el momento de decidir que los traería al mundo. Esa promesa es la que usted quiere defender con su ley. Pero en el escenario en el que una se imagina a su hija -la misma que fue embrión, la que fue el feto que usted protege- siendo feliz, no entra una situación en la que un puñado de matones abuse de ella sexualmente. Imaginar a mi pequeña, a la mitad de mi alma, viéndose obligada a hacer algo que no quiere sexualmente (ni en cualquier otro sentido) me encoge el corazón y me da ganas de llorar. Y ahora entienda que obligar a una mujer a vivir un embarazo y un parto que no desea, en cuanto a su sexualidad atañe, es tan atroz como prohibirle bajo pena que pueda reproducirse. Es, en sí mismo, un atentado contra la libertad sexual y por tanto es, en todos los sentidos, un abuso sexual. Una violación. Usted, señor mío, es el matón.

Seguro que como padre también experimentó, en ese momento en el que vio a sus hijos por primera vez, esa sensación, ese pensamiento que cruza por la mente de todo progenitor que no nos deja contemplar un mundo en el que nuestros hijos no existan. Protegeríamos su vida y su existencia con la nuestra propia. No entendemos que ellos puedan no ser, no estar. Yo no entiendo cómo podía existir la vida antes de ellos ni entiendo cómo podrá seguir existiendo cuando ellos ya no estén. Y estoy absolutamente convencida de que a usted le pasa lo mismo con sus cuatro hijos. Pero no es consciente, no comprende, que todo está conectado, que el tiempo es un fluir que se mueve en ambas direcciones y que, tal vez, sus hijos, esos a los que tanto ama, esos sin los cuales no entiende que haya vida, existen porque no existieron otros antes.


Seguramente no lo sepa: una mujer no fabrica óvulos, sólo los libera. En el momento de nacer la mujer ya tiene todos los óvulos que liberará (o fecundará) en su vida. De modo que, como forma de vida potencial, a nivel celular, no deberíamos hablar de proteger una vida, sino de proteger varios cientos de ellas y otorgarles a todas el mismo derecho.

Me fui de casa cuando cumplí dieciocho años. Siendo, en casi todos los sentidos, una niña. He trabajado siempre, he tomado mis decisiones (las buenas y las malas) y, sea mejor o peor, tengo la vida que me he ganado, la que yo he querido y elegido para mí. Estoy convencida de que también es lo que usted quiere para sus hijos: que ellos puedan labrarse su propia vida en virtud de sus deseos. Cuando tuve mi primer piso, sin saber muy bien cómo, un matón, un despojo, un parásito maltratador acabó metido en mi casa. Y, cosas de la mala suerte, me preñé contra mi voluntad. Pero por mi voluntad sí interrumpí el embarazo. Quiero que me responda una cosa, señor mío. Quiero que me explique POR QUÉ aquel bebé, sólo por haber llegado antes, tiene más derecho a la existencia que mis dos hijos. Porque, tenga clara una cosa, de haber tenido aquel bebé es más que probable, es cuánticamente seguro, que ninguno de mis dos hijos existiría ahora. Quiero que me explique POR QUÉ me merezco más una vida atada a un maltratador, que una vida tranquila con un hombre cariñoso, que nos cuida y nos respeta a mí y a nuestros hijos. Quiero que me explique POR QUÉ y con qué derecho debe ser usted quien decida lo que debo vivir y lo que no. Quiero que me explique POR QUÉ debe ser usted quien decida cuáles de mis oportunidades deben vivir. Y quiero que me explique POR QUÉ, cojones, POR QUÉ según su ley mis hijos no merecen existir.


Qué suerte tiene, señor mío, de no tener hijas. Así se ahorrará explicarles que, pase lo que pase, y hagan lo que hagan, siempre será su padre el que decida por ellas, porque fue su propio padre, amo y señor, quien les negó el derecho a decidir.