Colecho

Duerme Conmigo



"Mientras tanto, seguiremos durmiendo acurrucados"


      A veces lloro. A veces siento incertidumbre, tengo miedo, estoy sola... A veces lloro por empatía, a veces por rabia, a veces por impotencia y a veces hasta lloro sin saber por qué (de los porqués, que se ocupen las hormonas). Pero siempre que lloro, incluso cuando lo hago queriendo que no me vea nadie, en el fondo siempre espero que aparezca él, mi compañero de vida, mi amigo y amante Que entre por la puerta. No hace falta que me diga nada: basta con que me abrace, con que me haga sentir segura, porque yo, de un modo profundo, que entre sus brazos es imposible que nada esté mal. 

      No podría concebir una situación peor: os imáginais que él entre por la puerta, me vea y me ignore? ¿Que se vaya tal como llegó dejándome sola con mis lágrimas? ¿Que, por si fuera poco, argumente su reacción diciendo que lo hace por mi bien, para que me haga fuerte, para que se me ensanchen los pulmones, para que no tenga que depender de él? ¿Qué clase de burla macabra sería esa?

     Todos vemos el error de esa escena, pero a día de hoy esa misma práctica se lleva a cabo cada día con nuestros niños, que son quienes más necesitan esos brazos cálidos que les resguarden del mundo. Que los abracen y los quieran, ya no por estar llorando, o por estar tristes o nerviosos, sino, simplemente, por ser niños.

      De una profunda manera que mi hijo me necesita para estar bien. Cuando me demuestren que es perjudicial para él que lo quiera tanto, quizás me replantee lo que hago. Mientras tanto, seguiremos durmiendo acurrucados.





Los bebés se despiertan cada poco por la noche como mecanismo de supervivencia: cuando el humano empezó a desplazarse en grupos nómadas, si el bebé se dormía y la tribu se iba sin él suponía una muerte segura. Lo llevamos escrito en nuestra memoria genética. Si al despertar se sienten solos, lloran para garantizar que sus padres los recojan.

Si, por el contrario, el bebé despierta y se encuentra entre sus padres, no sufre ansiedad ni pánico. Puede gruñir si tiene hambre o incluso llorar si se ha despertado con sobresalto, pero no será un llanto angustioso ni tendrá que esperar hasta que lo saquen de su cuna o, peor aún, vayan a buscarlo a su habitación. De hecho (y sobre todo según vaya creciendo) al despertar y encontrarse arropado por los propios cuerpos de sus padres muchas veces, sencillamente, seguirá durmiendo sin más (aunque despertar y volver a dormir es una técnica que tienen que perfeccionar con el tiempo, a su ritmo y cuanto menos les influenciemos para forzar esto, mucho mejor).

Mucha gente tiene miedo de poder aplastar al bebé. Normalmente los adultos tenemos conciencia de lo que hay a nuestro alrededor mientras dormimos. Por eso no nos caemos de la cama y, del mismo modo, no aplastamos a nuestros bebés. Aunque es importante seguir ciertas precauciones:
No practicar colecho cuando se está muy cansado, se han tomado drogas (incluyendo el tabaco), bebido alcohol o se está muy obeso.
Las madres tienen una conexión especial con sus recién nacidos, pero los padres tardan un poco más en establecer ese lazo y reconocer la presencia del bebé por la noche. Por eso hay quien recomienda que al principio el bebé duerma entre la madre y el final de la cama, y no entre los dos progenitores. En todo caso, fiaros de vuestro instinto.

Ahora, las ventajas:

* Los bebés se siente protegidos. Se refuerza el vínculo con los padres y proporciona estabilidad emocional.

* Los padres están al lado para solucionar cualquier contratiempo, como que vomite o tenga frío.

* La respiración y la temperatura se regulan. De hecho, si la temperatura del bebé sube la de la madre baja para compensarlo. Es fascinante.

* La proximidad con su madre estimula la lactancia materna. Amamantan casi el doble y durante tres veces más tiempo que los que duermen separados. Esto hace que tengan un ritmo de sueño diferente, que provoca dos ventajas sorprendentes:

** Se reduce el riesgo de muerte súbita. La fase de sueño profundo es menor, y es precisamente en ella donde se supone se produce la muerte súbita. (En Japón, donde practican colecho hasta los cinco años, el índice de muerte súbita es de los más bajos del mundo. De hecho, leí hace poco que es tan raro que no tiene ni nombre).

** Se potencia el desarrollo mental. El desarrollo neuronal ocurre con mayor intensidad en la fase de sueño menos profunda, así que con esta práctica estimulamos sus mentes del modo más natural que existe.

Mi experiencia personal al respecto es estupenda. Al despertar por la mañana "recuerdo" que Hugo me ha buscado y que ha mamado, pero como quien recuerda un sueño a medias. No llego a despertar del todo y no sabría decir si ha mamado una vez o diez. Sólo sé que lo abrazo y que me despierta por las mañanas pellizcándome la cara :)

2 comentarios: