Madre mía, Jessica. Si te cuento
el último año, pensarás que te estoy mintiendo. No te lo puedes imaginar…
Dentro de unos días, Hugo
cumplirá seis años. ¿Recuerdas cuando fuiste a buscar la tarjeta de
aparcamiento y te la dieron con caducidad para cinco años? Pensaste “cuando
esto caduque, Hugo ya tendrá seis años”. Te parecía tan lejano… Y fíjate, tú no
estás a medio camino y yo ya estoy aquí.
Hugo nació para revolverte la
vida y el interior. Para abrirte un camino hacia ti misma y conocerte como
nunca te habías conocido. Como nunca te habías ni imaginado.
Y Aine… Ay, Ainé. Si tu primer
hijo vino para mostrarte el camino, tu ninfa salvaje vendrá para darte una
patada en el culo y obligarte a caminar.
Ay, Ainé… No imaginas lo que es.
La increíble capacidad que tiene para dejaros boquiabiertos. Es inteligente… No
imaginas cuánto. “Será como tú”, te dicen. “Ya es mejor que yo”, respondes tú.
Hace ocho meses que te dijo “¡Pañales
no! ¡Quiero braguitas de Frozen!”. Y desde entonces se acabaron los pañales.
Pero aún los tienes todos en el cajón. Te resistes a decirles adiós. Son tan
bonitos… Y tan importantes…
Se elige ella sola la ropa. Escoge
unos looks imposibles y no imaginas el estilo que tiene. No va a salir a ti. Se
pinta – y te pinta - las uñas, le pierden las flores y, lo siento, va a teñir
tu vida de rosa. Pero no te preocupes: contra todo pronóstico, no te molestará
lo más mínimo, porque ella será feliz así, viviendo en rosa.
Seguro que esto te rompe los
esquemas, pero ya ha empezado al cole. Claro, quiere hacer todo lo que hace su
hermano mayor. Va feliz y vuelve más feliz aún. Tendrá de repente unos días
raros por un incidente con un compañero en las escaleras… Tómalo con paciencia:
en un par de semanas habrá pasado. Sólo sigue fiel a tu instinto y deja que
ella tome sus decisiones. Es el camino.
Hace un año dibujaba caras
completas. Ahora ya dibuja cuerpos con todo lujo de detalles: cuerpo, manos con
dedos, pies, dibujos en las camisetas, ombligos… Por supuesto, a ti te pone
tetas.
La semana pasada dibujó su nombre
por primera vez. Hace un par de días que lo hace de memoria y ya dibuja el
nombre de todos. Nos ha dibujado a todos recogiendo moras y flores, y ha hecho
un montón de moras dentro de un cubo. Es maravillosa.
Sus rizos son una locura. Tan
locos como ella. En un espíritu tan libre como el suyo no podía ser de otra
manera. Eso sí: ahora te pide que la peines. Hace poco que te pide que le hagas
moños. Ya te dice ella cuántos y dónde.
Dibuja… ¡Cómo dibuja! Cómo le
gusta el arte, la pintura, el movimiento, el baile, la música, los besos, los
abrazos, las nubes, el amor. Cuando ríe, ríe mucho. Y, cuando llora, llora
tanto… “Quiero contar”, te pide. “¿Hasta cinco y respiramos?”, le ofreces tú.
Es tan intensa, tan intensa… Como el día que nació. Tan intensa y auténtica
como tú le pedirás que sea. Tan auténtica que la miras y se te encoge el
corazón, y te preguntas qué has hecho TAN, TAN bueno para merecer ser su madre.
Aquí la tengo mientras te escribo: tomando teta.
Y por estos ratitos, por esta
tranquilidad de armonizar con la vida desde el corazón, has dado, una vez más,
un salto al vacío para empezar desde cero. Sé que esto te parecerá increíble,
pero cada vez escribes más (y creo que mejor) y, oh, sorpresa, no puedes con todo: tus hijos, tu escritura, tu
negocio… Sé que, aunque te lo diga ahora, lo intentarás de todas formas, porque
tú eres así: impaciente y obstinada. Pero no, no podrás. Y, al final, cederás
y, aunque te parezca increíble, te despedirás de Háblame Bajito. De esa
maravilla que es tu orgullo y que creaste desde cero, vendiendo los móviles
viejos que tenías en casa. De ese nido acogedor que ha recibido a tantas y
tantas familias. No te apenes: en el momento que menos te lo esperes, aparecerá
la opción ideal. Y tú te vas, al menos de momento, pero Háblame Bajito no
desaparecerá: seguirá ahí, siendo nido para quien lo necesite. Y tú te lanzas a
vivir. A vivir con ellos y por ellos. Más que nunca.
Por cierto, empiezo a pensar que
después de una catástrofe nuclear en el mundo sólo quedarían dos cosas: las
cucarachas y tu placenta en el congelador.
Sí, querida yo de hace tres años
(exactamente tres): mañana nacerá para ser ella
y para recordarte quién eres tú. Para recordarte que el cielo es el límite y
que podemos hacer cuanto somos capaces de imaginar. Y, créeme, vas a imaginar.
Felicidades, antigua Yo.
Volveremos a vernos aquí, dentro de un año.