martes, 15 de mayo de 2012

Carta a un Hospital


ATT: Sr. Jose Manuel Llera Fueyo
Gerencia del Hospital de Cabueñes
Gijón, Asturias

Gijón, a 13 de mayo de 2012.





Estimado Sr. Llera:
¿Recuerda cuándo lloró por última vez?  ¿Por qué lloró, Sr. Llera? Yo he llorado hoy. ¿Y sabe por qué? Porque soy mujer, porque soy madre y porque soy lactante. Si no fuera alguna de esas tres cosas quizás habría sentido pena, sin más. Pero no he llorado por pena, no.
¿Recuerda cuándo lloró por empatía por última vez? ¿Tal vez en algún velatorio? Es curioso el llanto en los velatorios: solemos llorar porque sentimos la pérdida que sufren los que quedan en vida. Porque nos empeñamos en ver nuestras vidas vacías, insignificantes títeres de una injusticia contra la que no podemos más que resignarnos. Podemos incluso llorar viéndonos reflejados en un pasado o acaso temiendo un futuro similar. Tal vez lloremos un poco de rabia, sabiendo que puede sobrevenirnos la misma suerte sin armas para enfrentarla.
¿Sabe usted, Señor Llera, por qué he llorado yo hoy? Porque una madre, amiga mía, y su hija han perdido su lactancia. Y no es justo, señor mío. He llorado porque yo amamanto a mi hijo y soy consciente de lo que se van a perder. Porque no encuentro justicia, ni lógica ni argumento que avale que una madre bien informada y deseosa de amamantar a su hija se vea bailando al son de un sistema que, tal vez sin saberlo, ha convertido un río que fluye calmo en un pantano insoslayable. He llorado pensando que podría haberme pasado a mí. Que puede que me pase. Que seguro le pasará a muchas otras. Y he llorado de rabia pensando que no tengo armas para pelear contra ello.
Por eso esta carta, Señor Llera. Porque puede que no haya gastado toda mi artillería. Porque, ¿qué otra cosa hacer?
No saben realmente el poder que tienen. Hace cosa de un año le escribí una carta de agradecimiento a su antecesor, porque mi bebé de tres meses había estado ingresado en febrero y gracias a la política de su hospital nuestra lactancia no tuvo que interrumpirse. Quince meses después sigo dándole el pecho. Me gustaría decir que parece mentira que le esté escribiendo esta carta al mismo hospital… Pero la verdad es que sé que es dolorosamente cierto.
Cuando la hija de mi amiga nació estuvo ingresada dos semanas. Largas. Larguísimas. Eternas. Dos semanas en las que a la mamá se le permitía coger a su hija sólo cada tres horas para amamantarla y en las que los nuevos papás pidieron una y otra vez, una y otra vez, que no le dieran leche artificial a la niña y que no le pusieran el chupete. ¿No deberían tener derecho los padres a decidir sobre la salud de un hijo? ¿No querría usted decidir sobre el suyo? Pero una niña privada de contacto materno necesitaba consuelo y las enfermeras, que seguro que hacen bien su trabajo, pero que no saben de lactancia quizá más que mi propia madre, hacían lo que creían conveniente: y ahí iban los biberones… Y ahí venían los chupetes… Parece que no pasa nada. Que todo es inofensivo. Que es por el bien de la niña. Lo siento, Señor Llera, lo siento no sabe cuánto, pero no. Han sido desde entonces tres meses de una baja producción de leche, de succión ineficaz, de dolorosísimas grietas culpa de la confusión del pezón y, lo que es peor, de frustración y miedo. Y aún queda por venir lo peor: una vida entera pensando que se ha perdido algo mágico y único, pensando que quizá podría haber hecho más (porque así somos las madres, siempre culpándonos), maldiciendo un sistema, una sociedad entera, que le ha fallado en un momento crítico.

De verdad que no saben el poder que tienen. Para ustedes es un caso más: para ella es su única hija. Detrás de cada cama, de cada cuna y de cada incubadora hay una historia que viene y otra historia que vendrá. Puede que el problema venga de ver el hospital como la solución a un problema que se arrastra y no como el punto de partida desde el que arrancar con fuerza. ¿No deberían ser ustedes quienes allanen el camino?
Una madre informada, leída, convencida y ansiosa por amamantar a su hija se ha perdido en el intento. ¿En qué fallamos, Señor Llera?
¿Tanto pedimos? No pretendo que esta sea una carta de queja. Sólo le pediría que reflexionase. Concédame dos minutos de su vida. Me sirven dos minutos cualesquiera, mientras se ducha o se toma el postre, pero préstemelos y reflexione: son pequeños, pequeñísimos gestos que pueden cambiar una maternidad y dos vidas enteras.
Hablamos, Señor Llera, del mismo hospital: gracias al cual yo continúo con una lactancia de más de un año y medio, y a causa del cual una madre ha perdido la suya en tres meses. Si yo estuviera en su lugar, si tuviera sus armas, le dedicaría al menos un poco de tiempo a pensar qué es lo que está pasando. Puede que no le haga ser mejor gerente, pero quizás sí mejor persona.

Muchas gracias por su tiempo y su atención. Reciba mi más cordial saludo:
Jessica Gómez Alvarez

3 comentarios:

  1. Hola Jessica,
    lamento mucho leer tu carta, y el motivo de tu llanto. Sin embargo, quiero decirte que no todo está perdido.
    En España hay en este momento 67 Consultoras Certificadas de Lactancia Materna (IBCLC), verdaderas profesionales de la lactancia, que podemos ayudar a tu amiga y a su hija a recuperar la lactancia, el vínculo, y todo lo que conlleva dar el pecho.
    Desafortunadamente, para muchos la lactancia "es algo anticuado", "esclavo" y apartir de los X meses "no conlleva beneficio". Nada más lejos de la realidad.
    Nosotras luchamos por dar a conocer nuestra profesión, ser cada día más, y formar a profesionales sanitarios. Espero que algún día, cada hospital español pueda contar con una Consultora Certificada en su plantilla para ayudar a todas aquellas familias que deseen amamantar.
    Un abrazo,

    Laura Villanueva, IBCLC
    (Valencia)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu ckmentario, Laura. Me halaga saber que una de nuestras poquitas IBCL me ha leído. Créeme que sabemos de vuestra existencia, de vuestra labor inconmensurable. Sabemos de nuestros grupos locales de lactancia y de La Liga de La Leche, de la que.no tenemos grupo aqui, todavía, pero que ahí están. Yo también creo que no todo está perdido, aunque la lucha por una lactancia debe ser perseguir una libertad y no una ballena blanca, y esa línea me temo que sólo cada madre sabe dónde puede colocarla...

      Me resulta curioso que hables de la utopía de tener una asesora de lactancia en cada hospital. Con suerte, con mucha suerte, algún día podré publicar orgullosa el párrafo de la carta original que he ocultado en este blog, porque no afecta al mensaje y no quiero buscar publicidad fútil. Pero sería tan bonito...

      Un abrazo enorme, Laura, y gracias a todas las que salváis tantas lactancias, tantas maternidades y tantas cosas...

      Eliminar
    2. No lo hacemos solas, Jessica. Las redes han empoderado a las mujeres y hacen que yo, desde Valencia, te haya leído; y quizás en otro punto de España despertemos la conciencia de algún gerente de hospital, que se pregunte quienes somos, qué hacemos, y como podemos ayudar.
      Mientras tanto, seguiremos trabajando desde la sombra. Gracias a tí por haber publicado tu carta.
      Con cariño,

      Laura Villanueva, IBCLC
      (Valencia)

      Eliminar