miércoles, 14 de octubre de 2015

Querida Yo de hace dos años. Exactamente dos.



Querida Yo de hace dos años,

Hoy a tu bebé han de pesarle los meses, porque casi son las 10:30 y aún duerme. Es lo que tiene el tiempo: que nos pesa a todos.

Te voy a contar que justo dentro de dos años, catorce de octubre de dos mil quince, vas a llorar recordando casi tanto como reirás hoy pariendo. En el fondo lo sabías: se puede disfrutar, se puede reír. Puede ser diferente. Sabes que puede. Lo que aún no sabes es que lo será, y que la felicidad de ese momento te acompañará siempre.

Te voy a contar que tu bebé empieza a no ser tan bebé. Que le están saliendo los últimos dientes: los cuatro colmillos a la vez. Que desde hace un par de semanas se está arrancando a formar palabras inteligibles. Que en casa pide ir al baño y nos deja a todos locos.

Descubrirás que el gen princesa debe saltarse una generación: a tu hija le encantan los zapatos y la música. Y descubrirás que el gen guerrera crece de una generación a otra: a tu hija nadie la obliga a hacer algo que no quiere. Aún no has sido capaz de peinarla. Cuando lo haces, sacude la cabeza de un lado a otro hasta que deja el pelo más revuelto que al principio. Que da igual cómo de anticlichés quieras ponerte: le encanta jugar con muñecas. A dormirlas, a darles teta, a ser su cuidadora veinticuatro horas al día. Incluso por la noche. Que el gen madre es igual para todas.

Te voy a contar que con año y medio escogió su primer libro en la biblioteca. “Zapatos”, de Kalandraka, y te reíste las dos semanas que tuvisteis el libro en casa. Cómo no. “Zapatos”. También que poco después ya era capaz de entrar en la biblioteca, devolver sus libros e ir a elegir otros ella sola. Hugo es sin duda un gran ejemplo.

Esto te va a encantar: hace meses que elige qué zapatos ponerse. Ay, sus “pipis”… Siempre se pone un zapato de cada. Te voy a ahorrar una molestia: no intentes darle el cambiazo. Se dará cuenta. ¡Y será terrible!

Te voy a contar que Aine es Arte. Arte explosivo, abstracto, de materia efímera y emoción intensa. Que le encanta pintar. Que antes de aprender a caminar sabrá coger el pincel como una maestra y llorarás de emoción –porque eres una llorona muy emotiva-. Que para ella cualquier superficie es lienzo; cualquier ruido melodioso es música bailable.

Te voy a contar que le encantan los besos y los abrazos. Que a veces te coge la cara y te mira a los ojos y parece que te estuviera viendo el corazón. Que te estampa unos besos grandiosos con más sonrisas que babas. Que le encanta abrazar tu pecho desnudo. “¡Mamá, dos! ¡Dos tetas!”. Te voy a contar que dentro de dos años os gustará sentiros la piel tanto como lo hará dentro de un ratito (porque eso es lo que os queda para conoceros: un ratito). Y te voy a pedir que pienses algo que hacer con la placenta: ¡dos años en el congelador roza lo ridículo!

Quizá no sepas esto, o quizá lo sepas en lo más hondo de tu ser: ese rincón. ESE. Durante los próximos años, cada vez que te sientes ahí, te sentirás viva. Poderosa. Mágica. Conectada. Infinita. Y llegará un momento, creo, en que ese sentimiento será tan grande, tan enorme, que ya no cabrá en ese rincón y se te meterá dentro del alma, y ya no te dejará nunca. Verás el mundo desde otra perspectiva. Verás el mundo desde las estrellas. Verás el mundo como lo ha de ver el Universo.

Pero, querida Yo de hace dos años, intenta no pensar en todo esto que te cuento, porque probablemente aún no lo entiendas. Probablemente tampoco lo entiendas del todo dentro de dos años. Puede que sólo sea la realidad imaginaria que nadie le negaría a un loco. Pero ¡ay! No imaginas lo feliz que eres en esta loca realidad.


Felicidades, antigua Yo. Te espero aquí, otra vez, dentro de un año.




martes, 13 de octubre de 2015

De buscar lo genial en lo cotidiano. El 'making of' de nuestro cartel de cumpleaños.


¡Entrada flash! (O un intento de ello, que ya sabéis que se me da fatal ser breve! :P ). Este puente de mal tiempo hemos hecho una actividad nueva en casa, y quiero compartirla con vosotros porque tanto Hugo como yo estamos orgullosísimos del resultado y, como siempre, felices del rato (de los ratos) divertidos que hemos pasado juntos y de todo lo que hemos aprendido.

Se acerca el cumpleaños de mi príncipe y, como cada año, vamos a hacer una fiesta. A él le encanta celebrar con sus amigos que es un año mayor y, no os voy a engañar, a mí me encanta celebrar el aniversario del día que me cambió la vida. Y me encantan las fiestas ^_^

En el cole de Hugo el proyecto de este trimestre serán "anuncios de educación vial", y tiene dos partes: por un lado educación vial y por otro -que es el que aquí me interesa- lenguaje publicitario. Así que se me ha ocurrido enlazar con ese proyecto y proponerle a Hugo hacer un cartel anunciando su fiesta de cumpleaños, y aprovechar ese mismo cartel para hacer las invitaciones.

Pero claro, no tiene ciencia que lo haga yo. ¡Así que lo ha hecho Hugo! :D

Le he propuesto que utilice en su cartel las técnicas que más le gustaran de las que yo uso para las ilustraciones. Y el resultado me tiene flotando de orgullo.

Primero hemos pensado las partes que tiene que tener un anuncio: el nombre de lo que anunciamos, una imagen (o varias) relacionada con lo que anunciamos y, como es un evento, dónde y cuándo será.

Empezamos con lo divertido, que son las imágenes!! Hugo dibujó todo esto para su cartel:









Enseñé a Hugo a escanear y oye, el tío lo cogió a la primera. Él solito escaneó los tres folios. ¡Ya sabe más que papá! xD Cuando ya los teníamos en el escritorio, los abrimos con el Inkscape para vectorizarlos. Yo le iba diciendo "ahora pincha la flecha y elige el dibujo", ahora pincha aquí donde pone "trayecto", ahora pincha "vectorizar", "ahora sube ese número a 0.90"... "¡Y ahora ACEPTAR! ¡A que sí, mami!" Me lo como :3






Luego el paso más esperado... ¡Dar color! Nos pasamos a GIMP. Como veis, aquí somos de muy economía justita y software libre ;) Él el punto del color ya lo tenía controlado de otras veces: sabía bien qué herramientas elegir y cómo cambiar los colores con los que pintaba. Yo aquí sólo le ayudé en una ocasión que necesitó pintar con pincel para cambiar el modo "normal" por "multiplicar", y que así no quedara tapada la línea de debajo. Lo demás, palabrita, todo él. ¡Que si no no tiene ciencia!




Y luego ir copiando y pegando todo en el mismo folio. Yo copiaba. Hugo pegaba. "Control y la V de Valeria, ¿mami?". ^_^ Le enseñé cuáles eran los botones para cambiar el tamaño y para mover las cosas y ya fue la locura total xD

Para terminar de completar la imagen y mezclar técnicas, se nos ocurrió hacerle una foto a uno de nuestros insectos palo, que para Hugo son tan importantes:



Y, por supuesto, había que poner una foto de un tiranosaurio rex, porque ninguna fiesta lo es sin el apropiado carnívoro aterrador. Buscamos por internet y, de todas las que había, a Hugo le gustó esta (y no os creáis eh? Que estaba un rato abajo):


Casi me da algo xD

Ahí estuvo Hugo un buen rato, cambiando tamaños y moviendo cosas. 

Por último, escribió el título del evento y el día y hora. Compré un teclado nuevo para la ocasión (porque al viejo ya no se le veían las letras) para que pudiera escribirlo él solo. El lugar y el teléfono lo escribí yo, así que eso no os lo pongo en el cartel ;P

Y este fue el resultado final:



Tengo que reconocer que me chifla el resultado. Porque lo ha hecho él y se siente orgulloso. Porque no podía ser más él. Y porque un carnívoro aterrador mola, pero un carnívoro aterrador descuartizando a su presa encima de la mesa de tu cumple mola mucho más xD

Imprimimos las invitaciones y el mismo Hugo las recortó, dobló y metió en sobres, y escribió los nombres en los sobres. Algunas irán por correo ordinario de toda la vida, que les hace tremenda ilusión a los que mandan y a los que reciben. Otras las llevaba hoy para algunos compañeros del cole como si fueran el mayor de los tesoros. 

Y bueno, qué caray... ¡SON el mayor de los tesoros!


PD: no es fuego... ES UN MATASUEGRAS ;)














lunes, 13 de julio de 2015

La Habitación de Jugar



Me llegan mensajes con relativa frecuencia preguntándome por nuestra organización en casa: qué tipo de juguetes tenemos, qué cosas pueden hacer los peques de manera autónoma, cómo distribuimos el espacio o si tenemos la casa al estilo Montessori (o Waldorf o lo que queráis).

Antes de nada, decir que yo no sé si seré ejemplo de algo, pero de organización, os lo digo ya, desde luego no xD Conozco mucha gente y me pongo a mí misma en el top ten de personas más desorganizadas que conozco. Como ejemplo maravilloso de filosofía Montessori os puedo recomendar el blog Tigriteando, y concretamente este post con ideas sobre cómo "Monstessorizar" una casa.

Si tú, a día de hoy, le preguntas a mi mayor qué habitaciones tenemos en casa te responde sin dudar: la habitación de dormir, la habitación de jugar y la habitación de la ropa (o de los perros, según le dé). Nosotros nunca nos llegamos a plantear, especialmente antes de nacer Hugo, cómo tendríamos organizado nuestro hogar llegados a estas alturas. Ha sido más bien algo que ha ido evolucionando y desarrollándose por sí solo. Al principio teníamos lo que yo creo que tiene todo el mundo: nuestra habitación (la de papá y mamá), la del bebé (que preparamos con mimo con todas las cositas del bebé antes de que naciera, como su ropita, el cambiador, etc.) y una tercera habitación que hacía las veces de despacho/taller/habitación de los perros. Finalmente, y cinco años y dos hijos después, todos seguimos colechando y la que era habitación del bebé fue perdiendo sentido y convirtiéndose en la habitación donde Hugo y Aine tenían la mayoría de sus juguetes y sus cosas. Hace como un año decidimos invertir espacios, y convertimos el despacho/taller/habitación de los perros, que es la habitación más grande de la casa, en el espacio de los niños: nuestra Habitación de Jugar. Pero allí llevamos sólo las cosas divertidas: la ropa se quedó donde estaba ^_^


Insisto en que si de algo no soy ejemplo es de organización, pero nuestra Habitación de Jugar es motivo de orgullo en nuestro hogar. Hugo siempre quiere traer a todo el mundo a casa para enseñársela y cada vez que hace un nuevo amigo se muere por enseñarle nuestro rincón. La hemos hecho poco a poco, con mucho mimo y con muchas cosas recicladas, reutilizadas y reconvertidas.  Yo (lo reconozco) también estoy enamorada de esa habitación.

Lo primero decir que el color de las paredes lo escogió Hugo. No sólo escogió rojo y naranja sino que se sentó conmigo a ver el catálogo de Leroy Merlin y señaló los que quería: Sun Orange y Molten Lava. ¡Creí que me daban mareos! Pero he de decir que sin esos colores no sería lo mismo.

Al entrar en la habitación, a la izquierda, tenemos dos percheros colgados a baja altura, donde por invierno cuelgan los abrigos de los niños para que ellos solos elijan y cojan el que se quieren poner (Ikea, 5€/perchero). Ahora en verano no están los abrigos, pero está el resto del stash normal: delantales, batas de laboratorio, capas de súper héroe... De vez en cuando cogen algo de eso para ir a la calle y a mí me encanta (En la entrada de casa los cajones bajos de la zapatera son suyos también, para que escojan su propio calzado. Con esto respondo a la pregunta que más me hacen por la calle: "¿Por qué llevan los zapatos distintos?"). Al lado de los percheros está la tienda (Ikea. 10€ en rebajas). Creo que todo niño necesita una "cueva" donde esconderse, del tipo que sea (y si se puede improvisar alguna mejor que mejor), pero nuestra tienda/circo es la "cueva" permanente. Además, la usamos de parking para la moto, el carrito de la compra y el correpasillos. Las paredes están desnudas, al menos de momento, porque los peques no alcanzan a las alturas, así que no veo sentido a poner cosas ahí arriba (a excepción de sus obras de arte, que cuelgan por toda la casa).



Siguiendo la pared está la cama, que no se usa como cama. Es más bien el escondite número dos, aunque desde que Aine arrancó el dosel esconde menos. La "estantería" sobre la que pusimos el colchón es un expositor de LEGO que recuperamos después de la campaña de Navidad en el Carrefour hace dos temporadas. La parte de arriba tiene justo la medida del colchón que teníamos en la cuna. La parte de abajo la usamos para guardar juguetes (los trenes eléctricos y los puzzles y libros que menos tocamos). Vaya, que nos salió gratis y es increíblemente resistente. Antes tenía tejado, pero quitaba mucha luz, así que lo retiramos y cambiamos por el tejadito circense (también de Ikea, 10€) y por el capricho de Hugo: la lámpara de luna (Ikea, 6€). Le encanta leer aquí por las noches.





Al fondo de la habitación, bajo la ventana, tenemos nuestro armario de los disfraces, que construimos nosotros mismos con una caja de cartón gigante que nos regalaron en El Mundo de Jugar y Aprender y con unas cañas de un cañaveral cercano a casa. Aquí tenemos faldas, capas, sombreros, gorros, el maletín de pintacaras Snazaroo... Y en el cajoncito de abajo las cositas pequeñas: varitas, diademas, tiaras, alas, colas... La cajonera del fondo ya la teníamos por casa, y la usamos para las cosas más pequeñitas, como collares, anillos, parches, etc.








Sobre el armario de los disfraces, y justo bajo la ventana, los niños tienen su "huerto", su rinconcito de botánica y biología. Una caja de fruta de madera, que tiene las mismas medidas exactas que el armario, en la que tenemos ahora mismo una planta carnívora y un bote de observación de insectos con una oruga y un bichito no identificado aún (pero eso sí: muy bonito). El contenido de la caja va variando, según lo que tengamos para plantar. Sobre ello, y colgando de la barra de las cortinas (que no tiene cortinas) por dos cuerdas, una garrafa convertida en maceta colgante en la que solemos sembrar tomillo y albahaca, y cuando no es época perejil, cilantro... Depende. Cuando está muy crecido lo llevamos a la ventana de la cocina para ir usándolo, y aquí sembramos una nueva tanda. A Hugo le encanta ver crecer sus plantas, y cada vez que un bichito muere, dentro de la pena que siente (porque Hugo es muy sentido con sus bichos), pone sus cuerpos en la tierra para que le sirvan de alimento a las plantas que tiene sembradas. No se puede ser más bonito.


Al otro lado del armario, ya en la pared contraria a la que empezamos, está nuestro rincón del arte, con lo que un día fue una cuna de almacenaje de ropa, que hemos reconvertido con mucho éxito en la mesa de arte de los niños. Cuando la estrenamos como mesa (os lo conté aquí), se veía mucho más limpita. Ahora está mucho más guapa, porque se ve toda la vida que lleva detrás, prueba del uso que los peques le dan. Las cestitas metálicas del fondo son especieros de Ikea sujetos a la cuna con trapillo, y en ellos colocamos todas las pinturas: acrílicos, acuarelas, gouache, ceras, maderas, pinceles, paletas... Todo. Sobre la mesa está lo que creo que es lo más caro que les he comprado a los peques: el mapa del mundo magnético de Janod. Yo lo compré en La Casa del Libro de Gijón y es del dinero mejor gastado de mi vida. La pizarra de Ikea es un must.



Llegando ya casi al final de este recorrido circular, tenemos la última incorporación: la estantería KALLAX de Ikea, que hacía meses que quería. La encontré de casualidad en una tienda de segunda mano por 15€ y ni me lo pensé (su precio nueva es de 50€). En este rinconcito teníamos una tienda de cartón de Ikea que le regalaron a Hugo por su cumpleaños. La parte de abajo se había deteriorado bastante (para ser exactos: la gata la había deteriorado bastante), pero es un elemento muy importante para nuestros juegos de roll play, así que aprovechamos la parte de arriba y la colocamos en nuestra nueva estantería. Así aún le damos vida y aprovechamos mejor el espacio. Abajo tenemos la registradora (que usamos en nuestro experimento de venta ambulante de pulseras) y las frutas, los puzzles guays, el arcoiris Waldorf, los bloques y el dominó de madera y, arriba del todo, parte de nuestro rincón de la ciencia, que está en proceso de traslado.


 Y, ya por último, frente a la puerta, nuestra niña bonita: la mini biblioteca. El arbolito es un vinilo de Ikea. Los estantes son especieros (5€ cada uno, también sirven estos). La silla fue el capricho número dos de Hugo. Yo iba con idea de poner una mariquita gigante, pero él prefirió algo más "serio", porque es mayor xD. En el estante de abajo del todo están los libros de Aine. En el siguiente (por altura) están los cuentos favoritos de ambos. Aine se tiene que subir a la silla para alcanzar estos. Y en el último estante están "los de Hugo", a los que él alcanza subido en la silla, pero Aine no llega. Lo mejor de este rinconcito de tranquilidad, que los peques usan un montón, es que casualmente justo encima tienen un óculo que ilumina directamente el sillón. Es una esquinita mágica.
Los cajones verdes se trajeron a casa con intención de usarlos como lo que son: zapateros. Pero Hugo quiso ponerlos aquí, y no fue una mala idea para nada, porque en uno tiene todas las piezas de LEGO, en otro los coches y en otro los dinosaurios. Al final han sido un estupendo organizador de juguetes pequeños.




¡Y hasta aquí! Como veis, todas las cosas están puestas a su altura o, como mucho, que puedan alcanzar subiéndose a algo. Ellos entran en este espacio y hacen lo que quieren sin necesidad de ser dirigidos de ninguna manera. Pueden desde elegir sus libros o juguetes a abrir las pinturas, sacar papel y usar los pinceles que les apetezca. A mí me encanta mirarlos cuando están aquí, pero no por "supervisarlos", sino porque disfruto viendo lo maravillosamente bien que se desenvuelven ellos solos. Yo no digo ni mu. Realmente, estamos muy orgullosos de tener este espacio hecho a su medida.

¿Y vosotros? ¿Qué ideas tenéis en casa para fomentar su autonomía en el juego?

PD: Ikea no ha patrocinado este post xD






lunes, 15 de junio de 2015

De castigos, consecuencias y lecciones vitales. Parte II



Cuando la semana pasada compartí a modo resumen nuestra pequeña aventura con las pulseras no imaginé que fuera a tener la repercusión que tuvo. No me parecía que fuera para tanto. Ni de lejos esperaba recibir mensajes de madres, padres, educadores/as e incluso trabajadores sociales con tantas palabras positivas. Me he quedado tan abrumada que me he descolocado del todo! Jajajaja.

Así que qué menos que contaros cómo ha terminado la historia y, si me dejáis, añadir unas pequeñas reflexiones personales :)

Cuando el lunes publiqué la entrada con nuestra experiencia pulseril nos llegaron varios mensajes pidiéndonos pulseras, porque mucha gente ha querido participar en la lección vital de Hugo, y antes de seguir quiero daros las gracias porque Hugo ha sido inmensamente feliz al poder "ganar dinero con el ordenador como mamá". Se siente muy, muy realizado con todo esto, al ver todo lo que nuestra creatividad y trabajo han conseguido. Lo que pretendía ser un "20 pulseras a 1€"  se ha convertido en un "tenemos que hacer más porque hemos agotado existencias" xD Ha sido una experiencia maravillosa, educativa y muy satisfactoria. Para todos. Y tengo que aprovechar para daros un enorme GRACIAS a todos los que habéis colaborado con nosotros y a los que nos habéis acompañado, aunque fuera con un like o tomándoos el tiempo de leernos <3

Anteayer por la noche utilizamos macarrones para representar los euros de todos los billetes y monedas de nuestro tarro de mermelada recaudador. Y ayer por la tarde, después de enviar las últimas pulseras (las que nos compraron por internet yo le iba dando las monedas según las mandábamos para que lo viera más tangible) y meter los últimos dineros en el tarro, en el mismo coche le hice algunas preguntas (toda esta conversación la grabé en vídeo, pero es íntimo, así que os hago resumen)...

- ¡Mira Hugo, hemos reunido muchísimo dinero para comprarle los zapatos a Leire! ¿Cómo te sientes?
- ¡Muy contento, mami! Le vamos a comprar unos zapatos dorados con un lazo muy bonito.
- ¿Te ha gustado vender pulseras?
- ¡Sí, mami! ¡Me lo he pasado pipa!
- ¿Y qué has aprendido? ¿Qué crees que hay que hacer cuando hacemos algo mal?
(Atención a la respuesta)
- Arreglar el daño.
- Jolines, Hugo, ¡qué bien! Pues tengo que darte una noticia importante. Me ha llamado la mamá de Leire: dice que te perdonan por haberle roto los zapatos, y que no hace falta que le compres otros.
- ¿Por qué no?
- Porque tiene muchos y en realidad no los necesita. ¿Sabes qué quiere decir eso?
- ¿Qué?
- Que todo el dinero que has ganado vendiendo pulseras, ¡lo puedes gastar en lo que tú quieras!

Instantánea del momento:



Su primera reacción fue decir que quería un tiranosaurus rex y un parasaurolophus, pero luego recordó que ya tenía en casa y cambió de idea x'D ¿Adivináis? ¡Síiiiiii! LEGOs!!!!! Allá nos fuimos con nuestro tarro al Carrefour ^_^



Decidió coger un LEGO duplo "porque también pueden jugar los bebés y puedo compartirlo con mi hermanita" (aunque luego no la dejaba abrir la caja xD).


Y la gran sorpresa fue que en el último momento... ¡Cambió de opinión! Y ya no quiso el camión de bomberos: prefirió coger el caminón de transportar coches y un peluchín para su prima <3 La verdad es que con lo del tarro no alcanzaba... Pero eso él no lo sabe ;)


Mostrando IMG_20150614_175250.jpg



El miércoles, entre ir al cole pintado de Batman -con capa y todo-, ver a su prima y luego esto, definitivamente fue un GRAN, GRAN día para Hugo. Bueno, y para todos. Porque ya sabéis lo que pasa con las emociones intensas: son contagiosas ^_^

¿Y qué hemos aprendido, después de todo este jaleo? Bueno, pues hemos aprendido varias cosas:
  • Que todos cometemos errores. Y que cuando hacemos algo que está mal y le hacemos daño a otra persona, hay que "ARREGLAR EL DAÑO". Así que aprendemos que, aunque es normal entristecerse, autoflagelarse sirve de poco: lo que hay que hacer es buscar soluciones.
  • A ser LÓGICOS: qué he hecho (romper unos zapatos) - cómo puedo arreglarlo (reponiéndolos) - cómo puedo conseguir ese arreglo (vendiendo pulseras para comprar unos nuevos).
  • A ser CREATIVOS y a buscar soluciones a nuestros problemas. A pensar alternativas y a decidir cuál es la mejor.
  • A planificar, preparar y llevar a cabo nuestras ideas.
  • Que los castigos no son ni eficaces, ni necesarios. Con los castigos aprenden que, en teoría al menos, "esto está mal", pero no entienden "por qué está mal". Con estas cosas no sólo lo entienden, sino que lo interiorizan de una forma... Indescriptible. 
  • Que merece la pena buscar TIEMPO para ellos. Quítaselo al trabajo, al gimnasio, al vermouth del domingo o (esta es mi opción) a la limpieza de la casa, e inviértelo en ellos. Cuando rompió los zapatos, la inversión temporal de haberle dado "una bofetada a tiempo", o de simplemente haberle dado un grito y enviado a su habitación, habría sido de segundos. Nuestra opción requirió una explicación, una planificación y una ejecución. Fueron muchas horas en varios días. Pero lo hemos aprendido para siempre <3
  • Y súper importante (yo diría que lo más): hemos aprendido que, cuando cometemos un error, MAMÁ NOS AYUDA. Podemos contar con mamá para decirle lo que hemos hecho, con la confianza de saber que no nos hará sentir peor de lo que ya nos sentimos, sino que nos ayudará a encontrar maneras de arreglar la situación, buscar las soluciones y llevarlas a cabo para que volvamos a sentirnos bien.

Porque de eso trata la educación, ¿no? De aprender a sentirnos bien. De aprender a ser felices :)











lunes, 8 de junio de 2015

De castigos, consecuencias y lecciones vitales.



Voy a hacer una entrada breve, muy breve (o voy a intentarlo, que nunca se me ha dado bien lo de ser breve) sobre lo que mi hijo mayor, Hugo (4 años y medio), y yo hemos hecho este fin de semana. Pero antes os voy a contar lo que nos pasó la semana pasada:

Mi hija pequeña, Aine, (1 año y medio) encontró una bolsa llena de zapatitos que heredamos de nuestra primita y que íbamos a devolverle. Y, claro, como cualquier bebé que encuentra una bolsa llena de cosas, sacó todas las cosas de la bolsa. ¿Para qué, si no, iban a estar ahí? Y Hugo se sumó a la fiesta: agarró un zapato amarillo, le quitó el lazo y le pareció muy divertido deshacerlo en un millón de hilos, bailando a lo loco por el pasillo. El pobre, claro, no lo hizo con mala intención... Sólo le pareció divertido en el momento y no se paró a pensar en lo que hacía.

Le expliqué que el zapato que había roto era de su prima Leire, que teníamos que devolvérselos y que ahora no podíamos porque estaban rotos, y que teníamos que reponerlos. Así que empezamos a pensar qué podríamos hacer. Hugo quería trabajar "en el ordenador como mamá" para ganar dinero para los zapatos, pero no terminábamos de ver cómo hacerlo. Así que le dimos un par de vueltas hasta que se nos ocurrió... ¡Pulseras! Nuestra idea ha tenido que esperar hasta el fin de semana :)


El viernes Hugo y yo pasamos un buen rato por la tarde haciendo pulseras con trapillo que teníamos por casa y unas cuentas chulas. Nuestro plan era hacer 20 ó 30 pulseras y venderlas luego por 1€. No nos llevó mucho tiempo, pero fue divertido pensar las pulseras entre los dos y llevarlas a cabo. Al final, les pusimos nudo corredizo para que le sirvieran a todo el mundo, y las cortamos todas con el mismo largo... Más o menos!! xD




Cuando hicimos la primera, vimos que el resultado quedaba mucho más bonito de lo que esperábamos!! Habíamos conseguido hacer unas pulseras que DE VERDAD valían un euro ^_^




El sábado por la tarde eran las fiestas de nuestro barrio. ¡Había que aprovechar! Planeamos qué llevar para nuestro puesto. Queríamos llevar nuestra tiendita de cartón de Ikea, pero había llovido y la hierba estaba mojada, así que descartamos. En su lugar llevamos una cajita de plástico plegable que compramos hace meses en Leroy Merlin. Hugo escribió un cartel de "Pulseras 1€" y yo escribí un pequeño cartel explicativo. También llevamos nuestro tarro lleno de pulseras y, of course, la caja registradora :D Tengo que decir que Hugo fue SÚPER profesional. Cuando veía que alguien se acercaba se ponía detrás de nuestra cajita en pose de "empresario serio con bigote" y, con todo lo tímido que él es, atendía a las mil maravillas. Le explicaba a todo el mundo que el nudo era corredizo y daba las gracias siempre que le compraban una pulsera. Esto de la vena comercial debe venirle en los genes, jajajaja.

Nada más llegar al prao, se nos acerca un reportero de La Nueva España que nos hace una foto para el periódico y, encima, nos compra una pulsera. También me pidió que le dejara hacer una foto al cartel, porque "si no, cuando cuente esto en la redacción no me van a creer" :D





El domingo por la mañana hicimos ídem, pero esta vez en la playa de San Lorenzo, aprovechando que hacía solete :)

Fue un fifty-fifty atender el puesto / jugar con la arena. Lo pasamos bien y vendimos alguna pulsera más, aunque las que vendimos fue después de que Hugo decidiera que era mejor cambiar de sitio nuestra cajita y ponernos en el muro en lugar de en la arena. Debe ser que "la gente que va en bañador no tiene dónde llevar el dinero" x'D 





Al final fue buena idea cambiarnos de sitio. Y nuestro primer cliente nos dijo que nuestro puesto era "lo más original que había visto en su vida". Aunque a Hugo le importó poco, porque estaba muy concentrado contando las monedas de céntimo con que el buen señor le había pagado.




Y estamos a lunes, hemos cumplido nuestra misión y, lo más importante de todo, es que hemos aprendido una lección muy valiosa a través del juego. Yo no sé si a vosotras/os también os pasa. Bueno, en realidad sí que lo sé: también os pasa. Mucha gente cree que educar con respeto es lo mismo que educar sin límites, que educar sin castigos es lo mismo que educar sin consecuencias. Y yo digo que no. Y este me parece un ejemplo muy ilustrativo.

EDUCANDO CON CASTIGOS, EL NIÑO NO APRENDE UN VALOR: APRENDE A TEMER EL CASTIGO. 

Tal vez deje de hacer la acción/conducta que no deseamos (o tal vez no), pero no porque adquiere el aprendizaje que deseamos, el valor intrínseco que buscamos, sino por temor al castigo que vendrá. De este modo, la consecuencia no es el aprendizaje, sino el castigo. Y, previsiblemente, tan pronto aprenda a hacerlo a escondidas, sabrá que puede evitar el castigo, dejará de temerlo y lo hará de todas formas.

SE PUEDEN ENSEÑAR CONSECUENCIAS SIN CASTIGOS, A TRAVÉS DEL JUEGO Y LA EXPERIMENTACIÓN.

Así le enseñamos una consecuencia LÓGICA y REAL -en el mundo real, si le rompes, por ejemplo, el coche a un amigo, lo que haces es pagarle la reparación, no encerrarte en tu habitación la tarde entera, o dejar de ver la tele dos semanas-. Y no sólo se lo enseñamos de verdad, de una forma que pueda entender el VALOR de sus actos e INTERIORIZAR esa consecuencia, sino que, además, se lo enseñamos de una forma divertida y experimental y compartimos con ellos un tiempo importante haciendo algo diferente y original. Y, ya de paso, le estamos enseñando a ser creativo y a BUSCAR SOLUCIONES a sus problemas.

Pasado el fin de semana, Hugo tiene en su tarro de monedas treinta y dos euros para comprarle a su prima "unos zapatos dorados", y entiende perfectamente que ha hecho algo que no está bien y le entristece realmente haber roto los zapatos de su prima. Lo que aún no sabe es que su prima nos perdona y se va a poder gastar el dinero en lo que él quiera. Yo vaticino que será el camión de bomberos de LEGO que hace meses que mira embobado cada vez que vamos a comprar al Carrefour. Aunque, conociendo a mi hijo como lo conozco, no descarto que, pese a todo, le quiera comprar a su prima los zapatos.





ESOS higos.






Había higueras en el patio de mi colegio…
Puede que un niño “no sepa muchas cosas” pero, las cosas que un niño sabe, son verdades absolutas. Incuestionables. Yo sabía que a mi madre le gustaban los higos. Así que en cuanto los sanjuaninos empezaban a asomar, ahí iba yo: apañando higos por el patio, de árbol en árbol, recogiéndolos en mi mandilón para llevárselos a mi madre.
Sentía adoración. Todo era poco para mi madre. Nada en el mundo, ni todos los higos ni todas las flores ni todos los rayos del sol, podrían medir el amor de un niño por su madre. Yo le llevaba mi pequeño tesoro verde y ella se emocionaba, imagino que no por el higo, sino por esa certeza de que yo la recordaba mientras estaba en el colegio. De que de una manera u otra siempre la llevaba conmigo. Y ella me daba las gracias llena de ilusión y me decía que lo comería luego. Pero no… Eso no te sirve: a ti no te vale que lo coma luego porque quieres ver lo feliz que es cuando se coma la maravillosa vianda que has recogido para ella y que has transportado todo el día en un bolsillo lleno de amor y restos de lápiz. Puede que un papá, o seguramente algún vecino, te diga que es mejor recoger los higos en junio, o incluso esperar a los miguelinos de octubre. Y que es mejor coger los de arriba, porque les pega más el sol y están más dulces. Porque los mayores son así: te enseñan “a hacer las cosas bien”. Pero no una mamá. De una mamá se aprende a impregnar de amor cada gesto, cada detalle. Una mamá no te enseña a hacer las cosas “bien”: te enseña a hacerlas mágicas.
ESOS higos. Esos higos verdes. Esos higos verdes de primeros de mayo. Esos higos verdes de primeros de mayo que crecen a un metro del suelo -porque una niña de seis años no alcanza a coger los higos más altos-, deben ser la cosa más amarga y difícil de comer de la historia de las cosas amargas y difíciles de comer. Yo no sé si todas las madres del mundo lo hacen pero, si existe una persona en el mundo capaz de comer ESOS higos sólo por verte feliz, por no cambiar tu carita de ilusión por unos ojos tristes, sin duda esa persona es una madre.
Gracias, mamá. Gracias por todos ESOS higos que te comiste por mí. Por todos los primeros domingos de mayo que anocheciste preparando uniformes, porque al día siguiente había colegio. Por todos los viajes a la playa, cuando tu cuerpo te pedía descanso, sólo para ser la encargada de los bocatas y estar segura de que comíamos bien. Por todas las veces que llegaste a casa derrotada y aplazaste todo diez minutos para jugar conmigo antes de dormir. Por todos los nesquicks que me llevaste a la cama sólo para mimarme, incluso cuando ya estaba dormida –sobre todo por esos-. Por todas mis comidas favoritas. Por los macarrones con ajo y cebolla que fueron mi primer antojo de embarazada. Por no olvidar ni uno solo de los ciento noventa y ocho cumpleaños que sumamos entre tus cinco hijos. Por el caramelo de marihuana que te comiste contra tus principios, sólo para que tu hija adolescente te sintiera cerca. Por todas las veces que has confiado en mí, pesara a quien le pesara. Por todos los consejos que me has dado –porque, créeme, puede que no siempre te haga caso, pero te escucho siempre, y los recuerdo por si acaso un día me hicieran falta-. Por convertir tu voz en mi voz interior. Por todas las lágrimas que me has enjuagado y por llorarlas conmigo. Por todas las lágrimas que has llorado a solas para que yo te viera fuerte –sí, mamá. Sé que llorabas-. Por todas las veces que hemos llorado de risa juntas. Por enseñarme a ser una buena persona. Por quererme como me quieres. Por enseñarme a querer a mis hijos como los quiero. Por ser una persona imperfecta y la madre perfecta para mí. Por hacer todas esas cosas que sólo una madre hace. Gracias por ser mi madre siempre. Hasta cuando no estamos juntas.
Ojalá hubiera habido rosales, mamá, para llenarte de rosas. Ojalá hubiera habido calas o claveles rojos, que son tus flores favoritas, para llenar de colores mis bolsillos y tus jarrones. Pero no. Eran higueras lo que había en el patio de mi colegio… Mi gran suerte en la vida, mamá, ha sido que tú fueras la madre que me esperaba en casa.