Creía que estaba tranquila, pero ahora que cada vez es más
una posibilidad según me acerco a casa empiezo a impacientarme. Casi hasta me
molesta físicamente tener que subir las escaleras. César no entiende que tenga
que ser ya, creía que esperaría a mañana, pero sé que esto es fiable y yo no
puedo seguir esperando. Esta impaciencia me va a matar.
Siempre me he sentido un poco ridícula con estas cosas.
Supongo que si fuera un hombre sería más fácil, pero es que nunca sé a dónde
empezar a apuntar. Y tampoco estoy muy segura de en qué momento detenerme.
Rasgo el paquete y leo las instrucciones. Como si no supiera de sobra cómo
funciona. Vamos allá. ¡No! No, aún no. Mejor me recojo el pelo. Joder, me voy a
mear encima de los nervios. Hala, una coleta bien mona para que no se me caiga
todo el pelo encima de la cara. Ahora sí. Vamos allá. Apunta, dispara, espera,
quítalo, pósalo, espera… Dios, esto es lentísimo. Espera. Einstein, qué bien
afinaste sin conocer estos cacharros. Llegas a conocerlos y tendríamos teoría
unificada. Espera. El reloj parpadea. El mío interno ha debido detenerse.
Espera. Ha pasado ya un minuto. Todavía un minuto. Ahí está, con letras
prístinas como estrellas, ¡oh, sabia tecnología! “Embarazada”. Pero aún ha pasado
un minuto. ¿Quedan dos? En la pantallita cabe un “No” delante de ese
“Embarazada”. Que no salga. Que salga. Que no salga. Sale algo más.
“Embarazada. 2-3”. Ostia… Sonrío. Me embarga. Casi lloro. Y de pronto “Oh dios…
Qué hemos hecho.”
Me voy al salón. Tu hermano duerme en el sofá y tu padre ha
tenido que saberlo nada más verme. Por aquello de que yo entré primero y mi
mandíbula arrastrándose tres metros por detrás. Le pongo el test delante,
apoyado en la mesa, y me siento en la sillita azul en la que come tu hermano.
“¿Qué piensas?” ¿Me pregunta qué pienso? ¿Tengo que pensar? ¡No soy capaz de
pensar! “Embarazada. 2-3”. Me quedo un buen rato mirando esa pantallita en
silencio, intentando descifrar qué significa. Significa que estoy embarazada.
De entre dos y tres semanas. Sé exactamente qué día fue: ese día que tentamos a
la suerte y nos permitimos ser un poco irresponsables, bajo la premisa de “ya
sería coincidencia”. Coño, pues fue. Significa que todo va a cambiar otra vez.
¿Significa que voy a querer menos a tu hermano? ¿Que voy a dedicarle menos
tiempo? ¡No estoy preparada para quererle menos! ¡No estoy lista para quitarle
tiempo! Ya lo entiendo. Significa que tengo miedo, hija. No sé muy bien a qué,
pero tengo miedo.