Terminando el año 2012, hablaba un día después de un taller
de porteo con una amiga. Las mamás embarazadas atendían encantadas a lo que les
contaba sobre llevar a sus bebés bien pegaditos al cuerpo. Parecía
maravillarles. Le contaba a mi amiga que parece que la corriente va cambiando; que la gente siente que quiere hacer las
cosas de otra manera y se deja llevar más.
Recuerdo que cuando era pequeña oía hablar, en la televisión
o en el aire, no sé, a unos de esos “locos” que hablaban de la nueva era de
Acuario que llegaría con el nuevo milenio. Los metía en el mismo saco que a los
otros locos, los que decían que el mundo se acabaría en el 87, en el 93, en el
2000… Pero los primeros decían que sería una nueva era de liberación
espiritual. Una “Revolución del Amor”
(Estos hippies…).
Pero, mira tú, sí que parece que el mundo va cambiando. Hay
quien dice que está habiendo cambios energéticos importantes, que está
cambiando el magnetismo polar, que el mundo espiritual está revuelto. Yo,
emocionada, le contaba a mi amiga que sí que es posible que un gran cambio se
esté produciendo. Que contribuiremos a
cambiar el mundo desde la infancia de quienes algún día lo poblarán y
gobernarán. Que es posible una utopía de amor y respeto hacia los
individuos. Y, entonces, una madre me escribe entre lágrimas, contándome que
lleva dos días llorando.
En la revisión de los seis meses de su bebé, el pediatra le
hizo tres preguntas rutinarias: ¿Duerme con vosotros? ¿Aún toma pecho? ¿Lo hace
durante la noche? Todas las respuestas positivas. Y su recomendación profesional (por cierto, no solicitada)
fue eliminarlo todo: sacarlo de la
habitación, dejar de alimentarlo por la noche y empezar a sustituir la leche
materna por fórmula porque, literalmente, “con esa edad ya sale sólo agua y no
alimenta”. No se dan cuenta del poder que tienen sobre algunas madres. No
es justo que por un sanitario mal informado una madre esté dos días llorando, “porque él es el profesional y tendré que
hacerle caso aunque me duela, ¿o no?” y es menos justo aún que un bebé se
vea privado de teta y contacto por su causa. Y a la mierda el buen rollo, la
buena energía, los cambios magnéticos y la era de Acuario.
No me malinterpretéis: no estoy hablando de las madres que
libremente deciden dormir en habitaciones separadas, o dar fórmula, o no
alimentar durante la noche. Estoy hablando de un profesional que, bajo el
“amparo” de unos argumentos caducos, científicamente más que rebatibles,
imparte directrices que van en contra del deseo más visceral de una madre.
Esto, señores, es intrusismo paternal.
Y lo que yo siempre defenderé es el derecho
de unos padres a ser quienes decidan sobre la crianza de sus hijos. Lo
siento mucho, pero si yo voy al médico a que me mire una verruga y me aconseja
gratuitamente que deje de dormir con mi marido, lo mando a la porra. Sobre la
vida cotidiana de un adulto, si no interfiere con su salud, ningún médico se
atreve a gobernar. ¿En qué libro se les otorga el derecho a hacerlo sobre la
vida de un niño?
Aunque esto no es una guerra, a veces me siento como si
estuviera en un campo de batalla. Por un lado están quienes están anclados en
su territorio, en el de las ideas de una industrialización que arrasó con todo,
de las leyendas urbanas estilo años setenta, de las enseñanzas del Libro Gordo
del Doctor Petete y del ninguneo de las necesidades de los niños con todas sus
consecuencias a largo plazo. Y yo, considerándome pacifista, me siento a veces
como si estuviera en una eterna ofensiva, intentando
desarraigar banderas de un terreno que por derecho pertenece a lo natural.
Es agotador. Me agota, a veces, cuando estoy en pleno apogeo
emocional por haber conquistado una colina, ver que los tanques llegan a
aplastar la hierba. O quizás es que los tanques, en realidad, siempre
estuvieron ahí. Ya no lo sé. Es realmente descorazonador intentar vislumbrar
cuánto tiempo te van a aguantar las fuerzas. Cuántas margaritas podrás
sacrificar en los cañones, antes de darte por vencida.
¿Vosotros creéis que hay suficientes flores en el mundo para
detener tanto fuego?
Opino exactamente lo mismo que tu y creo que si hay suficientes flores......
ResponderEliminarLa crianza con apego es lo más maravilloso del mundo, hace un año no sabía nada sobre este tema y desde que nacio mi princesa porteamos, colechamos y comemos a demanda y somos felices a pesar de los tanques que nos encontramos por el camino....
Es verdad, una se dedica a buscar señales de cambio fuera y nos olvidamos de mirar dentro para sentirnos reconfortadas. Gracias <3
EliminarAlguna flor repartimos..solo a quién va a cuidarla. Yo ya paso ni de mirar a a los tanques, no les.pondré las flores yo delante.. Y es q incluso sabe mal decirlo, pero si que agota. Es agotador. Aunque tambien se pueden evitar la mayoria de guerras. Pero hay q ser consciente d q existe y de cuanto hay, muchisimo, de intrusismo paternal..
ResponderEliminarSuerte q los ojos brillantes, felicísimos, la mirada sin pizca de miedo, la dulzura de la voz y la sonrisa de mi pequeño me rehabilita y nutre cada día
Tienes toda la razon: son sus risas, no las margaritas, las que mas nos ayudan a combatir esos cañones :)
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