Señor Mío. Dos puntos.
Con esto de internet y la difusión que proporcionan las
redes sociales, parece que cualquier hijo de vecino puede opinar como si aquí
todos fuéramos de pronto expertos en política, como lo es usted. Como si
aquello de decidir sobre los derechos de la ciudadanía les competiera a la
ciudadanía. Como si aquello de que los
ciudadanos estén contentos tenga algo que ver con la buena política, ¿verdad?
Seguro que piensa que esas voces que se oyen por las redes
sociales son como el coro de los grillos que cantan a la luna, que diría
Machado. Porque, claro, son los haraganes, los desempleados, los que se
aburren: esos son los que tienen tiempo para meterse en internet y protestar.
Será que no tienen nada mejor que hacer. No representan a nadie. Si me apura no
se representan ni a sí mismos, porque no tienen ni idea de lo que hablan, ¿no?
Vamos a hacer caso de los que no dicen nada, que son la mayoría y, como no
dicen nada (o al menos no les oímos) entendemos que no tienen nada que decir y
todos contentos. Ah. Que no. Que no estamos contentos todos… ¿Pues sabe usted
qué? Que yo sí que tengo algo mejor que hacer: podría estar jugando con mi hijo
de tres años y el tren que Papá Noel le dejó bajo el árbol. Podría estar
haciéndole carantoñas a mi bebé y muriéndome de amor al verla reír. Podría
estar abrazadita a ambos en el sofá viendo la tele o leyendo un libro
tranquilamente y morir de felicidad. Pero estoy aquí, escribiendo, porque esta
rabia, esta impotencia, este sinsentido lleva carcomiéndome días. Así que yo
también le voy a dar mi opinión, aunque usted haga con ella lo que acostumbra y
la use para limpiarse su ilustre culo. Con un poco de suerte, a lo mejor a base de pulirlo se lo acaba
pelando.
Usted es padre. Seguro que entiende lo que le voy a decir: amo
a mis hijos. Han nacido porque merecen vivir. Porque yo he querido que vivan.
Porque yo he ansiado abrazarlos y sostenerlos en mi pecho. Porque he sido madre
de cada uno desde que sospeché el embarazo, mucho antes de que ningún test me
lo dijera. Sólo puedo imaginarme intentando con todas mis fuerzas hacerlos felices
mientras tenga aliento. Es mi deber proteger su vida y asegurarme de que puedan
vivirla con dignidad y plenitud. Es mi deber y fue mi promesa desde el momento
de decidir que los traería al mundo. Esa promesa es la que usted quiere
defender con su ley. Pero en el escenario en el que una se imagina a su hija -la
misma que fue embrión, la que fue el feto que usted protege- siendo feliz, no
entra una situación en la que un puñado de matones abuse de ella sexualmente. Imaginar
a mi pequeña, a la mitad de mi alma, viéndose obligada a hacer algo que no
quiere sexualmente (ni en cualquier otro sentido) me encoge el corazón y me da
ganas de llorar. Y ahora entienda que obligar a una mujer a vivir un embarazo y
un parto que no desea, en cuanto a su sexualidad atañe, es tan atroz como
prohibirle bajo pena que pueda reproducirse. Es, en sí mismo, un atentado contra la libertad sexual y por tanto es, en todos los sentidos, un abuso sexual. Una violación. Usted, señor mío, es el matón.
Seguro que como padre también experimentó, en ese momento en
el que vio a sus hijos por primera vez, esa sensación, ese pensamiento que
cruza por la mente de todo progenitor que no nos deja contemplar un mundo en el
que nuestros hijos no existan. Protegeríamos su vida y su existencia con la nuestra
propia. No entendemos que ellos puedan no ser, no estar. Yo no entiendo cómo
podía existir la vida antes de ellos ni entiendo cómo podrá seguir existiendo
cuando ellos ya no estén. Y estoy absolutamente convencida de que a usted le
pasa lo mismo con sus cuatro hijos. Pero no es consciente, no comprende, que
todo está conectado, que el tiempo es un fluir que se mueve en ambas
direcciones y que, tal vez, sus hijos, esos a los que tanto ama, esos sin los
cuales no entiende que haya vida, existen porque no existieron otros antes.
Seguramente no lo sepa: una mujer no fabrica óvulos, sólo
los libera. En el momento de nacer la mujer ya tiene todos los óvulos que liberará
(o fecundará) en su vida. De modo que, como forma de vida potencial, a nivel
celular, no deberíamos hablar de proteger una vida, sino de proteger varios
cientos de ellas y otorgarles a todas el mismo derecho.
Me fui de casa cuando cumplí dieciocho años. Siendo, en casi
todos los sentidos, una niña. He trabajado siempre, he tomado mis decisiones
(las buenas y las malas) y, sea mejor o peor, tengo la vida que me he ganado,
la que yo he querido y elegido para mí. Estoy convencida de que también es lo
que usted quiere para sus hijos: que ellos puedan labrarse su propia vida en
virtud de sus deseos. Cuando tuve mi primer piso, sin saber muy bien cómo, un
matón, un despojo, un parásito maltratador acabó metido en mi casa. Y, cosas de
la mala suerte, me preñé contra mi voluntad. Pero por mi voluntad sí interrumpí
el embarazo. Quiero que me responda una cosa, señor mío. Quiero que me explique
POR QUÉ aquel bebé, sólo por haber llegado antes, tiene más derecho a la
existencia que mis dos hijos. Porque, tenga clara una cosa, de haber tenido
aquel bebé es más que probable, es cuánticamente seguro, que ninguno de mis dos
hijos existiría ahora. Quiero que me explique POR QUÉ me merezco más una vida
atada a un maltratador, que una vida tranquila con un hombre cariñoso, que nos
cuida y nos respeta a mí y a nuestros hijos. Quiero que me explique POR QUÉ y
con qué derecho debe ser usted quien decida lo que debo vivir y lo que no.
Quiero que me explique POR QUÉ debe ser usted quien decida cuáles de mis oportunidades
deben vivir. Y quiero que me explique POR QUÉ, cojones, POR QUÉ según su ley
mis hijos no merecen existir.
Qué suerte tiene, señor mío, de no tener hijas. Así se
ahorrará explicarles que, pase lo que pase, y hagan lo que hagan, siempre será
su padre el que decida por ellas, porque fue su propio padre, amo y señor,
quien les negó el derecho a decidir.
OLE, OLE, OLE y mas OLE!!!!
ResponderEliminarGracias Esme :))))
EliminarA mí me ha pasado algo parecido...yo también tuve que decidir algo muy duro y después en el momento que debía de ser disfruté de una maternidad consciente y plena...si no hubiera sido por aquella decisión no creo que hubiese sido madre...da asco el control de esas mentes enfermas, no son dueños de sus vidas pero quieren serlo de las demás...
ResponderEliminarLa sombra de un aborto puede ser muy larga o muy corta. Eso depende de cada mujer. Pero siempre, siempre, la perspectiva es necesaria, y estoy de acuerdo contigo, kuruxa, en que nuestra maternidad hoy es consciente y plena porque es el fruto de todas las decisiones que hemos tomado, y porque las hemos tomado nosotras. Que se nos vuelva a subyugar de esta manera, que se nos vuelva a infantilizar porque ellos saben lo que es mejor para nosotras, ¡para todos! a costa de la salud sexual, física y psíquica de la mujer es repugnantemente inquisidor...
EliminarQue grande y necesario es este escrito, si cada mujer manifestamos lo que sentimos con respecto a esta ley atroz y a su artífice seguro que algo conseguimos cambiar...gracias por darme las ganas al leerte de hacer mi manifiesto.
ResponderEliminarMuchas gracias Noa2215. Cuando lo hayas escrito enlázalo, por favor. Me encantará leerlo.
EliminarEs tan indignante esta vuelta atrás con esta ley!!!
ResponderEliminarVuelta atrás. Hablan de que volvemos al año 85, pero este atraso es exponencial. Que un país europeo en el año 2014, ya no es que no haya desarrollado aún una ley del aborto que garantice la libertad y el respeto a los derechos fundamentales, sino que TENIÉNDOLA LA DEROGA de esta manera fulminante y despótica no es volver a 1985, es volver a 1478.
EliminarSólo puedo felicitarte x este post. Asi se habla
ResponderEliminarGracias Sofía. Muchas gracias de verdad :)
EliminarHola! soy Raquel de Pellizquitos y quiero haceros un regalillo en mi blog para agradeceros el vuestro que me gusta mucho.
ResponderEliminar