Ha hecho muchísimo calor hoy. No estaba segura de que fuera
a pasar, pero sí: los pechos me vuelven a crecer, como preparándose para
rebosar otra vez. He sudado mucho, por primera vez algo incómoda. Llegué a casa
con unas ganas tremendas de ducharme. Olía mi propio sudor. Me quité la
camiseta. Me quité el sujetador. Huelo mucho. Huelo mucho. Pero este olor… Este
olor no es sudor. Este olor es dulce. Reconozco este olor. ¿Será posible? ¿Será
verdad? Y entonces me aprieto el pecho y… ¡Leche! ¡De nuevo leche! ¡Qué
felicidad!
De la pura alegría salí corriendo del baño, desnuda, saltarinas
tetas al viento, para enseñárselo a papá. Y claro, Hugo vio pasar una teta y
allá que se enganchó. Le pregunté si salía leche y vuelve a decir que sí, ¡y
que está muy rica! Me vuelvo a sentir yo, me vuelvo a sentir la yo que soy de
verdad, como si las últimas semanas sólo hubiera estado esperando a que llegara
este momento. Los que no entendieron mis lágrimas cuando la leche se fue
tampoco las entenderán ahora que ha vuelto. La vida al fin, hija, consiste en
eso: en emocionarse con lo que te quita y con lo que te da.
Vuelvo a ser fuente, y tierra, y semilla y árbol y fruta y
lluvia y viento y madre, e hija. Vuelvo
a ser todo lo que puedo ser y todo lo que quiero ser. Vuelvo a ser yo. Volvemos
a ser nosotros.
Que emocionante tal y como lo has descrito!! Jeje. Un besazoo
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