Tú no lo sabes, pero yo lo hago cada noche:
Cuando te duermes, te miro, sonrío y te beso la frente. Pero
no es un beso cualquiera. Cierro los ojos, poso despacito mis labios en tu sien
y espero a sentir el calor de tu sangre en mi piel. Y entonces ya no estamos en
nuestra habitación. En ese momento, tú y yo estamos en el Universo. Los
planetas giran y bailan enloquecidos detrás de mis ojos. Veo soles que brillan
lejanos para nosotros, y toda la energía que existe, ha existido y existirá se
repliega en un vórtice frenético que confluye en mis labios, para devolverte
con mi beso el calor que tú me das.
Y siento miedo, cariño mío. Porque me da vértigo asomarme a
ese Universo donde sólo hay energía. Siento miedo, porque no quiero morirme.
Porque ME ATERRA pensar que puede haber un lugar en el que yo no soy tu madre.
En el que no puedo darte un beso cada noche.
Pero te prometo, mi amor, mi Príncipe, que intentaré estar
allí. Que intentaré esperarte en nuestro planeta. Que bailaré cada noche bajo
un millar de soles para que encuentres el camino por si en sueños, una noche,
quieres venir a por tu beso. Que esperaré siempre, por si llegara el día en que
quieras volver con mamá a casa.
Eso hago, cariño, cada noche: te llevo a buscar un poquito
de esa luz tan tuya, que te hace tan especial. Tan único en nuestro Universo.
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