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lunes, 17 de diciembre de 2012

Recién Parida




En nuestra página de Facebook, lo sabréis quienes nos visitáis de vez en cuando por allí, muchas mamás y algún ocasional papá comparte con nosotros alguna pequeña maravilla, ya sea en forma de pregunta, anécdota o fotografía. Pero esto que Rayen, del blog Amaruza Textual, nos dejó el sábado me hizo empezar el fin de semana con esa sonrisa nerviosa de quien siente que le arrancan de dentro un profundo sentimiento para convertirlo en letras. Y ahí estaba yo, mañana de sábado, cuando mi chico entró en el salón: con un niño en la teta izquierda, el móvil en la mano derecha y una explicación nada elocuente para justificar mis lágrimas.

Con el expreso permiso de Rayen, comparto este sublime relato con vosotros:


Me ha sorprendido mucho ver tu cara en las fotos. Esa cara de recién parida, reconocible a kilómetros. Debes estar pensando que tu semblante se quedará así por siempre, y aunque la idea sea aberrante, tienes algo de razón, porque lo reciente pasará, pero la cara de madre será tu cicatriz eterna: no tiene nada de fácil haber descubierto en qué consiste dar la vida.

Regreso a las imágenes. Te ves básicamente cansada, tanto que uno pensaría imposible sostenerse en pie albergando tanto agotamiento. Sin embargo se te ve feliz, llena de una extraña luz que lejos de ser brillante resulta cándida y amplia, como si te hubieses convertido en un atardecer enorme que suaviza los bordes de todo. Él, al contrario, está lleno de energía, y eso duele. Quema estar tan infinitamente quebrada mientras el ”orgulloso padre” se desborda sobre sí mismo cargando por primera vez ese órgano palpitante que tu cuerpo acaba de expulsar. Tuyo, ese trocito tuyo que hasta hace muy poco sólo conocía las paredes internas de tu cuerpo, los sonidos de tu corazón hinchado y tu respiración forzada. Tuyo y ahora de la cámara que lo persigue. Tuyo y de tanta gente que quiere llevarlo en brazos sin tener el más mínimo mérito. Tan tuyo y ahora del mundo. Es imposible sufrir más. 


Y aceptas de buena gana la ayuda del entorno, porque te duele el cuerpo, o la sutura, o el aguijonazo de la anestesia, o el nuevo pecho preparado para estallar, o todo eso junto: pero más te duele el vacío en el vientre, ese hueco parecido a una incertidumbre eterna que llevas dibujado con detalle en la cara. Cara de parida, la cara de un ser humano que ha perdido por completo el valor de lo pasado, porque ahora solo existe fuera de su propio cuerpo.

Por eso se te ven los ojos perdidos, porque lo único que realmente pueden mirar es esa criatura en carne viva. Esa piel nueva que eres tu misma y te recuerda con su vida que has perdido parte de la tuya. Ese puntito del universo que le arrebató la importancia al resto. ¿Quién podría habértelo dicho? Y si existiese un Dios elocuente que te hubiese pintado esta realidad ¿le hubieras creído? Esto no se puede entender antes. Lo verás en los ojos de la mujer sin hijos, lo verás en la inocencia de la embarazada… lo reconocerás ahora en la cara de la recién parida.

A ti, mujer que has roto tu cuerpo para entregarlo todo; a ti que seguramente sientes haber perdido, cuando realmente has ganado; a ti que lloras por dentro tanto como sonríes por fuera; a ti, madre, te regalo una idea borrosa que podrá sonar a ilusión lejana: ese dolor alegre que te aprisiona, se llama amor: conseguirá poco a poco nuevas vías por las cuales fluir, y eso, además de aliviarte, fortalecerá tu cría. Jamás dejará de doler, pero ya no arderá, ya no habrá daño. Entonces, un día cualquiera, te regalarán una sonrisa… en ella reconocerás lo grande y valiente de tus propios actos, y sabrás que la etapa de estas fotos, ya pasó.

Fuerza,
Rayén.




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